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¿Recuerdan ustedes la polémica sesión en el Congreso para la aprobación de la reforma laboral, que prosperó por un fallo en la votación telemática de un diputado, y que se achacó inicialmente a un «error informático»? Lamentablemente, en nuestro país es relativamente frecuente ... recurrir a esa figura como excusa para disfrazar fallos humanos u organizativos y como forma de esquivar los problemas subsiguientes; no hay nada que no se pueda difuminar echando la culpa a la tecnología. La mentira es un recurso político muy habitual como forma de eludir la responsabilidad y evitar el sonrojo que supone reconocer públicamente el error cometido. ¡Seguro que les suena a ustedes el asunto!
En Cantabria también hemos vivido episodios de supuestos «errores informáticos». Así, sin ánimo de ser exhaustivos, vienen a mi memoria los problemas para la expedición de los títulos de familia numerosa y los fallos en las citaciones para la vacunación covid-19 del pasado año, o los recientes errores en los listados de asignación de destinos a los funcionarios docentes, precedidos de más fallos en la resolución del último concurso de traslados del pasado mes de abril.
Podemos definir el error informático como un problema en un programa de ordenador que desencadena un resultado indeseado. Alegar el 'error informático', incluso cuando a la pifia cometida no puede aplicarse en modo alguno tal calificación, resulta habitual en el seno de las administraciones públicas. Con esa expresión se recurre a la tecnología para echar un manto de misterio sobre un problema mediático y evitar dar explicaciones acerca de las acciones u omisiones que le han originado.
Un fenómeno que ha debilitado la capacidad de gestión de las instituciones de nuestro país ha sido la politización de las instituciones. Desde la década de los años ochenta se ha desplazado de puestos de responsabilidad a muchas personas competentes y los puestos directivos se han cubierto atendiendo fundamentalmente a criterios políticos, a la vez que se creaba una numerosa estructura de asesores y un amplio sector público (sociedades mercantiles, organismos autónomos, fundaciones, etc.) dirigido por militantes de partido.
Como consecuencia de la dinámica interna de los partidos, dónde se aprende a medrar y ser fiel al líder, llegan a los puestos directivos de las administraciones públicas personas que carecen de las competencias y la experiencia previa precisa para su desempeño. La incapacidad del directivo y su nula experiencia gestora tienen como consecuencia la adaptación del funcionario al bajo nivel de exigencia que le impone el servicio, en otras palabras no se trabaja más porque nadie se lo pide.
Acostumbrados a ver pasar por los puestos directivos a personas sin cualificación, los funcionarios con experiencia se previenen contra las decepciones adoptando una postura indiferente y escéptica. En este caldo de cultivo la cultura de servicio se diluye, imponiéndose con fuerza la persecución de objetivos personales y, mientras una parte del personal procura realizar su trabajo, otra parte tendría serios problemas en justificar su actividad, en el hipotético caso que alguien se lo requiriese, o emplea sus energías en segundas dedicaciones, cursos y actividades varias.
Con este panorama resulta inevitable que los problemas se pudran, pero no se actuará hasta que alguno explote y trascienda a la opinión pública, en este momento el directivo justificará la inacción con la tradicional excusa del 'error informático' o la consabida 'falta de personal'. Tanto la cualificación de los directivos como la evaluación de la gestión son fundamentales para el buen funcionamiento de nuestras administraciones y para la prestación de un servicio eficiente y de calidad a la ciudadanía. Si se carecen de estos requisitos estaremos navegando sin rumbo, con lo que la probabilidad de cometer errores aumentará exponencialmente.
El error informático es la excusa más común y extendida cuando explota un problema que tiene repercusión pública; empresas, entidades bancarias, medios de comunicación e instituciones escogen esta línea de defensa debido a la desinformación con respecto a la tecnología. Todos cometemos errores, equivocarse es de humanos, sin embargo las equivocaciones de los gestores públicos tienen mayor repercusión, porque sus consecuencias afectan a muchas personas, por eso sus actuaciones deben ser conocidas. Cuando la acción de gobierno se proyecta para todos los ciudadanos, el gestor experto debe tener suficiente cintura para rectificar sus errores e incorporar los aspectos positivos de la crítica para mejorar su gestión en beneficio de todos.
Sorprende que, a estas alturas, algunos políticos sigan echando mano de un recurso tan manido y tan falto de verosimilitud. Esta actitud revela incompetencia y falta de respeto a la ciudadanía. La política debe ser una dedicación noble, que debe ser ejercida con honradez y transparencia, por eso debemos ser muy exigentes en la elección de nuestros representantes, tomemos nota de los que están para servirse de la política y respaldemos con nuestros votos a los que están para servir. ¡Digo yo que alguno habrá!
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