No escupan

Pero no sólo se escupe en Madrid. Aquí tampoco se nos da mal. En general, son escupitajos más finos, más recatados, menos mediáticos, pero escupitajos al fin y al cabo. Sus señorías en la tierruca llevan casi cuatro años escupiéndose en un alarde de cualidades bucales que no pasa desapercibido. Una guerra salival que se manifiesta de distintas formas. Veamos. Tenemos los 'intraescupitajos', que son los que se producen en las entrañas de los propios partidos. Ha habido –y hay– muchos en el Partido Popular, en Ciudadanos, en Podemos –aquí más que escupitajos podemos hablar directamente de lapos– y en el propio PSOE. De la quema se libra, de momento, el PRC, pero los regionalistas también escupen. Irían englobados con sus socios socialistas en los 'bicéfaloescupitajos', aquellos que se incrementan en el bipartito a media que se acercan las elecciones. ¿Cómo explicarlo? Grosso modo: vamos a escupirnos de menos a más, pero sin que se note mucho.

Y por último están lo 'clásicoescupitajos'. Este modelo es el más conocido. La oposición está año tras año escupiendo al Gobierno regional y el Ejecutivo contrarrestando esos ataques. Pero con un paréntesis. Cuando llegan los Presupuestos hay quienes dejan de hacerlo para cambiar ese salivazo por un emotivo-conmovedor-enternecedor apretón de manos como el que se dieron los naranjas de Ciudadanos con el bipartito. «Que si te escupí fue sin querer hombre, que solo era un bufido, que lo siento, que no me caes tan mal...». ¡Ay, qué bonito es el amor después de tanto escupitajo!