Espacio público

Como tenemos los pies sobre la tierra, más nos preocupa el suelo que pisamos que el dinero público. Como dijo la exministra Calvo, ese dinero no es de nadie, así que por ahí andará, pero la mayoría no lo podemos tocar. Bueno, algunos sí pueden, ... pero lo normal es que solo lo conozcamos por esos números que asustan con tantos ceros. El espacio público es otra historia y con el tema de las terrazas ha vuelto a la actualidad. ¿Volverán a las áreas limitadas que ocupaban antes de la pandemia? La autoridad municipal permitió que la hostelería ofreciera a los ciudadanos nuevos espacios abiertos donde pudiéramos sentirnos más seguros y con menos riesgo de contagio. En algunos casos, al ocuparse aceras o plazas de aparcamiento, nuestro urbanismo constreñido ha causado molestias a los vecinos: no debiera demorarse la recuperación de esos espacios, pero valorando la inversión realizada por muchos bares y cafeterías. Si no hay situaciones conflictivas, ¿por qué no prorrogar esas licencias temporales respetando las normas de convivencia y con unas tasas razonables? Hoy renegamos de los coches: aquel signo externo de prosperidad casi lo vemos como una peste inundando calles, plazas y hasta el subsuelo. ¿Y las bicicletas? Hace años en las ciudades industriales miles de bicis saturaban nuestras calles en horas punta. Hoy, como debe sobrar mucho dinero, todo ayuntamiento que se precie presupuesta costosos carriles bici: entre bicicletas y patinetes eléctricos el espacio público es avasallado. Favorecer el ciclismo deportivo extraurbano con seguridad para todos es beneficioso, como fomentar el uso de un transporte público mejorado. Pero vuelvo con las terrazas: las nuestras nada tienen que envidiar a las glamurosas parisinas. Las terrazas son el marco alegre de nuestras vidas y confidencias: ocupan espacio público, por supuesto, pero ¿qué usan más los ciudadanos: las bicis o las terrazas?