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El joven filósofo barcelonés Eduardo Nicol i Franciscá (1907-1990), de padre vasco y madre catalana, conocía bien Santander y La Magdalena, pues fue de aquellos que pudieron gozar del estreno de la Universidad Internacional de Verano creada por el Gobierno de Manuel ... Azaña en las antiguas dependencias vacacionales de Alfonso XIII. Nicol servía en 1939 en el Estado Mayor del Ejército republicano en Cataluña cuando recibieron la orden de marchar hasta la frontera y entregar las armas a los franceses. Nicol pasó por el campo de concentración de Argelès-sur-Mer, donde también estuvo el mozo santanderino Eulalio Ferrer. Como este, Nicol acabó en México y también como persona destacada de la cultura de aquel país. Llegó a catedrático de la Universidad Nacional Autónoma (UNAM), se nacionalizó mexicano en los años 50 y fue uno de los pensadores más importantes en lengua española de la segunda mitad del siglo XX.
En una entrevista televisiva en 1982 con el filósofo catalán Xavier Rubert de Ventós, Nicol confesó que el franquismo le había hecho una oferta excepcional para que regresara a España y enseñase en la universidad. Pero fue «una tragedia», puesto que él, por motivos políticos, no podía aceptar el ofrecimiento. Por el contrario, cuando llegó la democracia, nuestra democracia, nadie le invitó a regresar desde México para sentar cátedra en España. Los únicos que le preguntaban por un posible retorno eran los estudiantes españoles, pero no sus profesores, comentaba con evidente amargura de lealtad herida. Sí, le dieron la Gran Cruz de Alfonso X el Sabio, pero en México murió, lejos de su Barcelona querida y sin haber hecho escuela aquí. Ninguno de los pródigos catalanistas que reactivaron la Generalitat (Tarradellas, Pujol) fue capaz de traer a Nicol, un catalán hasta el tuétano que cuando llegó a México no había escrito aún ni una línea en castellano, y luego escribió una docena de libros en él.
Otro pensador catalán exiliado, el gerundense Joaquín Xirau, le confesó a su hijo Ramón: «En México he descubierto España». Joaquín había sido antes de la guerra el decano de la Facultad de Filosofía y Letras de Barcelona, una verdadera autoridad cultural.
Quiero decir con todo esto, si de la anécdota pasamos a la categoría, que personas muy destacadas e inteligentes que habían, sin embargo, crecido en la atmósfera hipercatalanista de la Barcelona de la Restauración, con los Macià y los Cambó y tantos otros, no supieron 'descubrir España' hasta que desembarcaron en México. (Por cierto, Cambó terminó en Argentina). Tuvieron que irse de España para apreciar lo español, porque dentro no era posible. Y algunos, como Pere Bosch-Gimpera, aún siguieron creyendo en sustratos prehistóricos diferenciales. Si personalidades de ese porte intelectual sucumben a las mitologías nacionalistas, ¿qué esperar de quienes sólo requieren la consigna y la agitación emocional para determinarse políticamente?
Por eso no puedo compartir la base buenista que algunos intelectuales emplean en defensa del 'diálogo' con los independentistas catalanes como panacea. Pues este problema no es solo de diálogo. ERC ha gobernado Cataluña con socialistas y comunistas bajo la presidencia de Montilla. Pujol y Mas pactaron cuando y como quisieron con PSOE y PP. No es diálogo lo que ha faltado y ahora haya que poner. El problema vuelve a ser el de Nicol y Xirau: que en la atmósfera del catalanismo obsesivo, si uno quiere descubrir España… se tiene que ir a México.
Por eso la primera tarea cívica ha de consistir en que los españoles descubramos España sin esa necesidad de 'pasar a Indias', como se decía de antes. Es posible que haya personas en las regiones españolas que decidan que no les gusta España. Muy bien, pero primero que la conozcan. Porque, si no, es como ese niño que no come percebes porque no le gustan y no le gustan porque nunca los ha comido. Hay un gran punto de apoyo para esa tarea, que es la mayoría de la sociedad catalana, que no tiene ningún complejo con el sentimiento hispanocatalán.
La Cataluña que Luis XIV atrapó en el tratado de los Pirineos con Felipe IV (de donde ha venido al final que nuestro rey sea Felipe VI) ya no habla catalán, sino francés. Allí la tradición catalana fue laminada. En España, en cambio, el catalán y las otras lenguas parientes son cooficiales en varias comunidades; el vascuence, en dos; y el gallego en una. España no tiene problemas con la diversidad. Los problemas los buscan los que no quieren, no ya la España diversa, sino tampoco la Cataluña diversa, y maquinan por una monolítica, esencialista, antiespañola delirante.
Los que llaman Judas al del 'tuit' de las veinte monedas, que es como si a Otegui le dijeran 'kanpora' en una herriko taberna. Los que están en la Kulturkampf permanente, como estaba Bismarck, para meter a la gente en la cabeza que Cataluña es una nación y oprimida. La fuerza que hay que ejercer para insertar tales fantasías es directamente proporcional a su inverosimilitud. Si estuviera claro que Cataluña es nación, el 100% de los catalanes serían nacionalistas, y no el 40%. Esto de las naciones al 40% parece el cargador del móvil. Hay que ir al 'apreteu' porque, precisamente, ese discurso requiere coacción para imponerse a la resistencia natural del cerebro a ser lavado. Y mero diálogo ante la coacción lo veo demasiado asimétrico incluso para no ser un guion de Scorsese.
Por todo ello, quizá la sentencia del 'procés' haya resultado, extrajurídicamente, un grave error operativo. Porque los sentenciados han acabado en Llenoders, es decir, en la atmósfera placentaria del catalanismo radical, cuando en realidad lo que necesitaban era una beca para estudiar un año en México. Así podríamos después enviar a López Obrador a Barcelona para conocer lo que es España. Porque no se enteró en Cantabria, que mira que está fácil…
Escribió tiernamente en cierta ocasión María Zambrano (fugaz profesora en México tras la guerra, que allí también sufrió eso del «cuerpo a tierra, que vienen los nuestros») que España es menos y más que una nación, el germen de un continente. También el asturiano Gustavo Bueno creía en lo americano como un hecho diferencial de España. Me atrevería a matizar, menos tierno, que ha sido el germen de un 'incontinente'. No sé si es factible que todos pasemos por México, pero al menos quienes más lo necesitan deberían recibir una invitación oficial. Es un gran eslogan para Aeroméxico: 'Descubran España, compadres'.
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Ana del Castillo
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