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Que los políticos buscan el poder es bien sabido, pero Pedro Sánchez es el único político que no tiene el menor inconveniente en reconocer que no hay absolutamente nada que le importe lo más mínimo al margen de lo que pueda servir para ... mantenerle en la Moncloa. Naturalmente, resulta asombroso que alguien así haya llegado a ser presidente del Gobierno y eso debiera hacernos pensar: algo estamos haciendo muy mal cuando nuestros votos no sirven para evitar que un personaje sin ningún escrúpulo se disponga a gobernarnos.
Está claro que no hemos sabido valorar lo que se nos puede venir encima. Un Gobierno dispuesto a especular y a hacer experimentos, no ya con la Constitución, sino con lo que le ha dado legitimidad, con la unidad nacional de España, decidido a instalarse en un búnker en todos los niveles de gobierno, que cierre el paso a cualquier alternativa, que arruine cualquier posibilidad de acuerdos transversales entre fuerzas de distinto significado que son los que nos han aportado paz y estabilidad las últimas décadas y hacen viable el porvenir de cualquier nación.
Al poner en pie un gobierno frentista, en alianza fraternal con comunistas, separatistas y antiguos terroristas, Sánchez tiene que ser consciente de que está arruinando la democracia española, pero lo terrible es que los ciudadanos españoles, más allá de cualquier divergencia ideológica, no se den cuenta de que esa operación supone la vuelta al frentismo político que ha estado en la base de nuestras desgracias desde comienzos del siglo XIX, guerra civil incluida.
El precio que vamos a pagar para que Sánchez sea presidente es durísimo, y, como soy optimista, espero que los españoles sepamos reaccionar antes de que ya no pueda hacerse nada para evitar que se consume el desastre que ahora se nos propone como programa de la legislatura. Espero también que los partidos políticos, empezando por el PP que es el mío, sepan estar a la altura del desafío que nos plantea el éxito parlamentario de la estrategia del PSOE.
Pedro Sánchez acaba de admitir, y lo ha reconocido por escrito en un documento que produce estupor y vergüenza, que los catalanes pueden ser decisivos en la investidura (pero no los cántabros, ni el resto de los españoles), y que él puede pactar con ERC el futuro de Cataluña, olvidando que todos tenemos algo que decir al respecto que difícilmente será compatible con los deseos de fuerzas golpistas que aspiran a convertir España en una especie de colonia, en un residuo a su servicio. Sánchez nos roba la soberanía y pretende gobernar en nuestro nombre, pero lo inaudito es que se lo hemos consentido al votar cómo lo hemos hecho.
Pedro Sánchez desprecia la ley, nuestra ley, y la pospone a la política, a su política. El principio de legalidad, que nadie puede estar por encima de la ley, le da risa porque si se lo tomara en serio le impediría permanecer en la Moncloa. Es grave, pero más grave es que se lo hayamos permitido, y peor será que no hagamos nada para restablecer el orden constitucional y democrático que Sánchez ha derribado al pactar con golpistas y separatistas para seguir en la Moncloa.
Como todos los platos indigestos, estos acuerdos se aderezan con especies insoportables, se nos propone recortar las libertades más básicas, para contribuir a una igualdad que es la de los esclavos. Se nos quiere convencer de que nadie sino el gobierno de social/comunista y separatista tiene nada que decir en asuntos de moral o en ideales cívicos. Ellos se arrogan el monopolio y nos condenan a los demás al silencio y, pronto, si no se remedia, a la multa y a la cárcel. Su enemigo predilecto es la familia, principal eje vertebrador de nuestra sociedad y punto de apoyo cuando tenemos un problema, y, por supuesto, la religión, que es el mejor soporte de la libertad de conciencia, porque necesitan que el Estado a su servicio tenga todos los resortes en la mano para conseguir el control de todas las personas.
Como sabe cualquiera que me conozca, creo que el PP salvó la situación económica pero cometió errores en su etapa de gobierno, y por eso hemos perdido cerca de seis millones de votantes, pero creo también firmemente en el proyecto de Pablo Casado y en el cambio que se está produciendo para volver a ser una esperanza cierta de todos los españoles que aman la libertad, que quieren progresar conservando lo bueno, que quieren vivir conforme a sus convicciones y no al dictado de la moral de preferencia del gobierno, y que, por supuesto, no quieren que nadie les trocee ni les rompa España.
No bastará con que nos lo propongamos, será necesario el aliento y la participación de todos los que comprenden el desastre al que nos avocamos. Al servicio de esa esperanza de recuperación de la libertad personal, de respeto a la ley y de amor y servicio a nuestra única patria española espero poder trabajar con la ayuda de todos desde Cantabria.
Me despido deseando a todos un muy feliz 2020, y diciéndoos «os necesitamos» para trabajar en equipo y construir una Cantabria y una España mejor. Contad conmigo, cuento con vosotros.
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