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Viajando se aprende, se abre la mente. El etnocentrismo, el exceso de amor a lo propio, el pensar que lo nuestro es lo mejor, y lo único, y lo original, disminuye visitando otras tierras y conviviendo con otras gentes. En gran medida, el nacionalismo ... excluyente se borra conociendo a los otros. El adanismo se pule viajando.
Soy, y me siento, santanderino, y cántabro y, castellano, y por tanto español. No digo eso de «ciudadano del mundo» porque me parece cursi, y pretencioso. Aunque cualquiera asumiría eso de que «nada de lo humano me es ajeno», creo que tengo poco que ver con la cultura tradicional China o con las pautas culturales de los centroafricanos.
Digo lo anterior porque un sencillo viaje me ha hecho pensar (los viajes, el contacto con el exterior, siempre nos alteran). Con su permiso, les cuento. Recientemente he estado en Soria, y en esa tierra he vuelto a empaparme de la Castilla profunda y rica; y he vuelto a observar el mestizaje y la síntesis cultural que encierra España.
«Ancha es Castilla», dice un aforismo antiguo. Yo diría, «ancha» y, también, diversa en paisajes, y resultado de influencias culturales muy variadas. Síntesis de la cultura de los celtas, y de los íberos, y de los romanos, y de los godos, y de los árabes, y de muchos grupos culturales de otras regiones y territorios.
En Soria me encuentro con toda esa rica mezcla cultural en los nombres de pueblos, en restos arqueológicos, en monumentos, en iglesias…
En esa «tierra de frontera», por donde cabalgó el Cid, entre cristianos y moros. También identifico vínculos con Cantabria, con lo que antes se llamó la provincia de Santander –puerto de Castilla–. Así, en la extraordinaria catedral de El Burgo de Osma, (iniciada por un obispo francés, Pedro de Bourges, que trajo la influencia cluniacense), me encuentro con referencias a Liébana: en el archivo diocesano de la catedral se guarda el Códice Beato de Osma, texto medieval de 1086, que contiene los comentarios al Apocalipsis de Beato de Liébana.
En Soria capital, en cada esquina, hay referencias a un sevillano, Antonio Machado, y a un santanderino, Gerardo Diego; ambos poetas escribieron una parte importante de su obra inspirados por esta tierra castellana, por el Duero, por el paisaje, por las piedras. Y Soria también influyó e inspiró a otro sevillano: Gustavo Adolfo Becquer. Y otro grande, en este caso bilbaíno, Don Miguel de Unamuno, también se inspira en la Castilla de Soria: en Numancia, en Burgo de Osma, en San Esteban de Gormaz (por cierto, Miguel Delibes, de Valladolid, pero vinculado a Cantabria, a Arenas de Iguña, indica que para él Cantabria también es Castilla).
La naturaleza de Castilla es diversa. Simplifican en exceso los que identifican a Castilla, únicamente, con la meseta, con el páramo, con la tierra plana, árida, sin curvas. Así, en el norte soriano, cerca de Covaleda y Vinuesa, existen magníficos bosques de pinos, y robles; y muy próximo está el pico Urbión. De la misma forma, en la montaña palentina hay bosques con robles, hayas, pino albar…, y aguas que bajan de los picos.
Castilla, España, es rica por su diversidad natural. Y es producto de la influencia y síntesis de muchas culturas. Soy cántabro, y castellano, y español y europeo y también siento la influencia de Latinoamérica. Como es natural, amo a mi tierra, y estoy orgulloso de su patrimonio natural y cultural. Pero, al mismo tiempo, reconozco que la cultura de mi región y la forma de ser y comportarse de mis paisanos es fruto de muchas y diversas influencias –antiguas y presentes–: geográficas, económicas, sociales y culturales. Sí, el paisaje, junto con la actividad económica, la cultura y los vínculos con el exterior contribuyen a explicar a los pueblos. De la misma forma, la biología, las experiencias vitales y las influencias sociales influyen en la personalidad del individuo.
Unamuno señala: «Es descabellado el empeño de discernir en un pueblo o en una cultura, en formación siempre, lo nativo de lo adventicio». Y continúa: «Es entrar en intricado laberinto el pretender hallar lo característico y propio de un hombre o de un pueblo, que no son nunca idénticos en dos momentos de la vida». Por eso, cada día entiendo menos los nacionalismos y, al mismo tiempo, cuanto más conozco de España más me maravillo de su riqueza natural y mejor comprendo que somos hijos de un amplio mestizaje cultural.
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