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Un síntoma de la débil vertebración de nuestro país, es la distorsión que provoca la presencia de plataformas, organizaciones y partidos políticos provinciales, cantonales y regionales, de escasa ideología algunos, que nacen con vocación de bisagras en los acuerdos políticos y cuyo objetivo es lograr ... un titular de prensa reclamando las 'deudas' que los gobiernos de Madrid tienen con sus localidades y demarcaciones de origen. De proyectos de Estado y de compromisos con el interés general, más bien poco. Porque su tarea es trocear el bien común y someter a las políticas públicas a una endiablada presión desde los territorios, olvidando que los titulares de los derechos son los ciudadanos y ciudadanas y no los territorios.
La vertebración territorial requiere cohesión económica y social y ello no se hará desde la multiplicidad de discursos localistas, sino desde la corrección de las desigualdades regionales que es exigible a las opciones políticas con implantación nacional, desde la coherencia en la articulación de los territorios en un proyecto integral e incluyente y con la presencia activa de la administración del Estado en todos esos territorios.
Escribo esto recordando que en 1920 José Ortega y Gasset comenzaba a publicar en el periódico 'El Sol' de Madrid artículos que, una vez compilados y revisados, se publicaron en 1922 con el título 'España invertebrada', en la que el autor, que tenía 37 años, diseccionaba a un país en crisis y desmoralizado. El ensayo se convirtió en una obra fundamental del pensamiento español del siglo XX. «España se arrastra invertebrada, no ya en su política, sino en la convivencia social misma». Antes de esa obra, Ortega publicaba en 1914 'Meditaciones del Quijote' y en 1929 publicará 'La rebelión de las masas', donde analizaba esa sociedad de masas que estaba surgiendo en las sociedades occidentales.
Contemplando la realidad sociopolítica, afirmaba Ortega que España se desintegraba porque fallaba el proyecto sugestivo de vida en común y cuya consecuencia inmediata era el origen de particularismos. «La esencia del particularismo -escribió Ortega- es que cada grupo deja de sentirse así mismo como parte y en consecuencia deja de compartir sentimientos de los demás». ¿Tiene vigencia hoy aquel ensayo de 1922? ¿Siguen vivos los problemas que analizaba Ortega? ¿Hemos sido capaces los españoles de articular un proyecto sugestivo de vida en común?
Es un buen momento para reflexionar sobre si los diferentes sectores que hoy conviven en España, han aparcado sus intereses particulares de grupo para sumar y compartir sentimientos comunes. Porque uno de los objetivos de Ortega era trasladar sus ideas a un proyecto nacional, donde las diferentes partes abandonaran sus vidas separadas, invertebradas, y aceptaran convivir y compartir un proyecto colectivo. La obra de Ortega mantiene su actualidad si analizamos el desafío de los nacionalismos periféricos excluyentes al Estado democrático como proyecto a desarrollar en común. Decía Ortega entonces: «Uno de los fenómenos más característicos de la vida española en los últimos veinte años ha sido la aparición de regionalismos, nacionalismos y separatismos; esto es, movimientos de secesión étnica y territorial».
La dictadura del nacionalcatolicismo del general Franco agudizó los problemas de convivencia y de cohesión social y territorial. Mucho fue el daño que hizo la dictadura con sus ensoñaciones imperiales, tratando de monopolizar la idea de un España centralista y unitaria. La dictadura dogmática encerró el proyecto de construcción democrática de España que anhelaba la República, incluida una posible República de tendencia conservadora en el esquema de Ortega. La democracia española actual ha intentado reducir las brechas territoriales y racionalizar el problema, a partir de un reconocimiento constitucional de la realidad plural de España, pero ello es una tarea compleja sobre la que seguir construyendo consensos y sumando esfuerzos que hoy aparecen desdibujados en el tablero político actual. Son los poderes públicos quienes tienen que liderar la idea comprensiva de España como una realidad integradora y compleja.
Se ha tildado a Ortega de pesimista y él lo podía admitir, pero aseguraba que es posible superar un problema si se precisan sus dificultades. Juan Pablo Fusi dice que Ortega necesitó hacer la disección de la anatomía de aquella España en crisis, porque «practicó la crítica como patriotismo».
Ortega formó parte de la Generación del 14, intelectuales, escritores y científicos que, pensando en el proyecto institucionista de Giner de los Ríos, rompieron con el pesimismo de la España de la crisis de Cuba y el desastre del 98, y siendo activos ante la política y vanguardistas en lo artístico, impulsaron un proyecto regeneracionista que se vio plasmado desde su inicio en Revista de Occidente y posteriormente en la Generación del 27 y en los proyectos progresistas y reformadores de la 2ª República en los ámbitos de la política, la educación y la cultura.
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