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El primer hombre que llegó a la Luna era español, se llamaba Domingo González y su verdadera historia está documentada por el obispo inglés Francis ... Godwin, quien escribió el relato que le dio fama en 1638. Abandonado en una isla en 1629, González fue además el primer náufrago solitario relevante, adelantando a Robinson Crusoe en casi un siglo. El mismo Julio Verne, autor de la novela 'De la Tierra a la Luna', la más conocida del género, admitió el carácter pionero del aventurero español. La propaganda soviética y estadounidense nos ha convencido de que fueron ellos los que conquistaron el espacio, y hoy consideramos a Neil Armstrong el adelantado de la Humanidad en otro mundo, pero no hagan caso. Con métodos distintos, y alunizando de una y otra forma, por allí anduvieron antes personajes tan conocidos como Astolfo, Dante, Micromegas o Cyrano de Bergerac, «al que aúllan los perros porque tiene olor a Luna».
Domingo González es el protagonista de la obra 'The man in the Moon' ('El hombre en la Luna'), traducida a varios idiomas. Náufrago en Santa Elena, la isla que fue prisión de Napoleón Bonaparte, descubre unos gansos enormes a los que adiestra durante años para lograr que impulsen una cesta voladora en la que llega a la Luna en una travesía de doce días. Encuentra a seres altísimos –lo cual tiene sentido por la menor fuerza de gravedad del satélite– que no conocen ni la enfermedad ni el crímen. Si González utilizó gansos, otros se trasladaron con el pensamiento, en gotas de rocío, pájaros diversos, barcos, cohetes y máquinas extrañas. También en el viaje real del Apolo XI hubo protagonismo hispano en la elección del lugar de aterrizaje y en las vitales comunicaciones entre la nave y la estación de seguimiento.
La historia de Domingo González no es ciencia ficción sino fantasía. La ciencia ficción presenta narraciones futuristas irrealizables ahora, pero teóricamente posibles si se basan en la extrapolación imaginativa, aunque extrema, del conocimiento científico. La fantasía nos adentra en imposibles, es quimera, sueño y embuste, gnomos y hadas. Pero somos crédulos, y si reconocemos la falsedad del cuento, a veces tomamos en serio declaraciones políticas cómicas que provocan el jolgorio en el espectador avezado. Tal fue la amenaza del PSOE de romper el Gobierno de Cantabria, dejando por el camino vicepresidencia, consejerías, sueldos, prebendas, presencia en los medios, coches oficiales y cargos de un montón de gente. La gestión de Revilla puede ser discutible, pero no su olfato y experiencia. El presidente conoce el juego, tenía cartas ganadoras y un novato que va de farol no es un rival de altura. Por lo demás, fantasía por fantasía, es más divertida y creíble la odisea de González y sus aves astronautas que el órdago chapucero de Pablo Zuloaga, quien queda muy debilitado.
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