La desinfección que viene

En cuanto a la desinfección, ya nos hemos habituado a ver a operarios, enfundados en sus trajes de protección, aplicando productos químicos en residencias, estaciones, aeropuertos y otros espacios públicos. En interiores, sin embargo, lo más probable es que esta imagen se vea sustituida por nuevas tecnologías: los generadores de ozono y las máquinas de rayos ultravioletas.

El ozono es una molécula integrada por tres átomos de oxígeno en lugar de los dos habituales. Estamos acostumbrados a oír hablar de él a causa de la capa de ozono, una región de la atmósfera superior donde la concentración de este gas es relativamente elevada. Es importante porque absorbe la mayoría de las radiaciones ultravioletas de alta energía, sin esta capa la Tierra sería un mundo estéril. El ozono tiene gran capacidad de desinfección debido a su elevado poder oxidante, su efecto es muy rápido y se puede utilizar tanto en forma gaseosa como en disolución, y es efectivo en todo tipo de superficies, incluidos los textiles. Eso sí, debe ser bien controlado y eliminado, ya que puede resultar tóxico para las personas.

No tienen ese problema las máquinas de rayos UV. Como ya hemos comentado al hablar de la capa de ozono, los rayos UV de alta energía esterilizan, ya que son capaces de destruir ADN y ARN incluso en el interior de las células. Estas máquinas ya habían empezado a ser utilizadas en el ámbito hospitalario, son muy efectivas y permiten reutilizar la estancia en un plazo de 10-15 minutos. Para evitar las zonas de sombra los operarios cambian la ubicación de las máquinas cada pocos minutos, y existen versiones autónomas programables. El único inconveniente, de momento, es su elevado coste.

La crisis del coronavirus está sirviendo para concienciarnos de la necesidad de las medidas adecuadas de higiene y desinfección a todos los niveles, estas tecnologías han llegado para quedarse.