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Desde los trabajos seminales de Goldsmith (1969) y Levine (1997), son muchos los análisis que coinciden en la mejora del bienestar que genera el desarrollo ... del sistema financiero, al facilitar una mejor evaluación de los riesgos y de las oportunidades inversoras, así como al movilizar el ahorro y promover una mejor gobernanza de las empresas financiadas, debido a la minoración de los costes de transacción y de las asimetrías informativas. Parece evidente, pues, la contribución del desarrollo financiero al crecimiento a largo plazo.
De hecho, la crisis derivada de la pandemia ha puesto de manifiesto, en relación a la iniciada en 2008, que una banca más capitalizada y solvente puede colaborar con el sector público y suministrar la financiación necesaria para proteger al tejido productivo y a los hogares, revelándose como una parte fundamental de la solución y no del problema.
En el actual contexto de inflación y subida de tipos de interés, cualquier medida de carácter fiscal puede alterar la senda de estabilización de rentabilidad y competitividad internacional de la banca española y por lo tanto afectará a las condiciones de financiación, perjudicando a los colectivos más vulnerables y a las empresas más pequeñas, mayoritarias en España y cuya financiación sigue siendo principalmente bancaria. Un cambio en la oferta de préstamos bancarios podría tener, por lo tanto, enormes consecuencias para el crecimiento económico, situando a las Pymes en posición de menor competitividad en un entorno internacional complejo.
Y es que el papel que desempeña el sector bancario como oferente de crédito es esencial para comprender la interdependencia entre la política monetaria y la economía real, argumento que justifica el denominado canal de préstamos bancarios (bank lending channel), como correa de transmisión de la política monetaria. Así, una senda de restricción monetaria como la que hemos iniciado y tendremos en 2023, repercute negativamente sobre las condiciones de financiación de las entidades bancarias, a través de los depósitos y la financiación vía mercados, lo que desemboca en una disminución de la oferta crediticia (Bernanke y Blinder, 1988). La intensidad de esta disminución crediticia va a depender de la capacidad que tengan los bancos para acceder a fuentes de financiación, influenciados entre otros por indicadores de tamaño y concentración, liquidez, capital y riesgo de crédito. Dejando de lado el tamaño y la concentración, que podemos considerar dados, un impuesto adicional a la banca incidiría negativamente sobre los otros tres: reduce liquidez y dificulta la capacidad de generar capital y, a través de un empeoramiento de las condiciones, amplifica el riesgo de crédito.
La banca española ha reforzado su situación en esos tres aspectos en los últimos años, por lo que, en principio, no debería verse tan afectada por el shock monetario y podría seguir cumpliendo con su función de canalización del ahorro hacia la inversión. Regulaciones específicas (y más si sólo afectan a nuestro país), generarán consecuencias ya estudiadas y corroboradas por la evidencia empírica.
Por lo que se refiere a la liquidez, son las entidades más líquidas las que cuentan con mayor facilidad para acceder a fuentes de financiación, protegiendo en mayor medida su oferta crediticia de una restricción monetaria. Por el contrario, las entidades con menores reservas de liquidez no pueden compensar de forma rápida y sin coste la pérdida de depósitos que se produce tras una política monetaria restrictiva (Chatelain et al, 2003).
Por otro lado, cuanto mayor es el capital de los bancos el riesgo de la restricción monetaria es menor, ya que gozan de mayor credibilidad en el sistema, cuentan con suficientes fondos propios y con menos problemas de información asimétrica, alejándolos de posibles problemas de riesgo moral, porque no tienen incentivos a asumir riesgos excesivos e incontrolables.
La última variable se refiere al riesgo de crédito; si bien es cierto que la morosidad subirá lo que queda de este año y el siguiente, los datos hasta el primer trimestre de 2022 muestran una posición de partida más razonable para afrontar el presente momento, alejados de las cifras a las que les llevaron crisis anteriores. Se aminora así, además, la posible penalización de los accionistas, que pueden huir de las entidades que no lleven una adecuada gestión de riesgos, exigiéndolas una rentabilidad mayor (Kishan y Opiela, 2012).
En la crisis anterior, con una política monetaria expansiva, los créditos se vieron dañados. Con circunstancias ahora más favorables para nuestro sector bancario, pero en un momento en el que los riesgos de recesión van en aumento y la inflación se encuentra en los niveles más altos desde hace décadas, son demasiadas las incertidumbres globales que pesan sobre la actividad económica como para introducir desequilibrios al sistema.
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