Hacer o estar

Para defender el proyecto político que España necesita; para ser alternativa a un gobierno que ha perdido el contacto con la realidad social de su país, se requieren propuestas serias, sólidas y solventes. Que sean fruto de un análisis profundo y no de la improvisación, el populismo o la ideologización.

Los ciudadanos merecen respeto por parte de sus gobernantes ante asuntos tan serios como, por ejemplo, la guerra de Ucrania, la escalada de la inflación o la estrategia de futuro industrial o logístico, de la que Cantabria, por cierto, queda fuera.

El presidente Revilla está, pero no hace. Prueba de ello son sus desacertadas e inoportunas declaraciones sobre la guerra de Ucrania del pasado mes de agosto, haciendo buen uso del dicho: «Donde dije digo, digo Diego».

Esas declaraciones no tenían otra intención que desviar la atención de los cántabros de problemas mayores que ocurren en nuestra región. Y no es menos llamativa la propuesta nacional de la chulísima Yolanda Díaz: aparentemente está avalada por el señor Sánchez, pero ha provocado el enésimo enfrentamiento de los socios de la coalición. Se trata de topar los precios de los alimentos. Fijar precios máximos se viene intentando desde el Edicto de Diocleciano, y el resultado siempre ha sido más inflación y desabastecimiento. Frente a esto, la alternativa del Partido Popular es devolver a los españoles los más de 16.000 millones de euros recaudados de más en lo que va de año, retornando a sus bolsillos lo que les corresponde por la desorbitada subida del IPC.

No es serio ni bueno para nuestro país que Díaz lance la propuesta; que el ministro Planas la califique de ilegal: «Nadie puede fijar o indicar precios a la distribución», ha dicho; que la ministra de Hacienda garantice que no se va a poner en marcha; la de Derechos Sociales la defienda; la de Defensa la desacredite; y que el portavoz socialista en el Congreso lo vea como una simple ocurrencia.

La política no se sustenta en ocurrencias o populismos. Por eso los populares consideramos necesario y urgente deflactar el IRPF en los tres primeros tramos para que las rentas medias y bajas paguen menos impuestos y recuperen, de alguna manera, parte del poder adquisitivo perdido.

Mientras todo esto ocurre, Revilla permanece impasible ante la pérdida de oportunidades para Cantabria. No contamos para el ejecutivo de Sánchez. Nada ni nadie nos garantiza la llegada de la alta velocidad a Reinosa, ni la alternativa al coche mediante un tren de altas prestaciones que nos conecte con el País Vasco. Ahora también nos dejan fuera de las autopistas ferroviarias, la necesaria planificación para potenciar el transporte de mercancías por ferrocarril frente a la carretera que adaptará las líneas de 17 provincias para que los trenes puedan mover las cargas de camiones.

Sin inversiones peligra nuestro puerto, el centro logístico de La Pasiega y el desarrollo a futuro de nuestras empresas.

Y por si esto fuera poco, Ferroatlántica, grupo FERROGLOBE, ha parado el último horno que le quedaba operativo en su planta de Camargo y Reinosa Forgings and Castings se plantea también el cese de actividad.

Tenemos un grave problema con los costes energéticos de los gigantes de la industria de la metalurgia, la química y la siderurgia, y otros de menor tamaño, pero igualmente importantes como los de la cerámica, los plásticos, la papelera, la industria agroalimentaria... elementos clave de nuestro país que nos pueden llevar a una deslocalización de las empresas, pérdida de inversión y de empleo.

La tormenta perfecta se está fraguando en los hogares y en las industrias de nuestro país. Mientras tanto, el gobierno de Sánchez centra sus esfuerzos en una serie de Netflix que muestre el día a día del presidente, aumentando más si cabe sus niveles de frivolidad y egolatría.

Lo que necesitan los españoles es que el Gobierno se ponga a trabajar, deflacte el IRPF y baje los impuestos para que los ciudadanos recuperen poder adquisitivo. No que vean que su dinero va destinado a saciar los egos de su Gobierno.

El Partido Popular lo tiene claro: en democracia importa más lo colectivo que lo personal, importan más los proyectos que las personas, importan más los valores que los personalismos.