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Muchas son las incógnitas que se nos vienen a la cabeza ante la economía que nos encontraremos en los próximos meses. Sin embargo, conociendo la situación de la economía española y su mayor sensibilidad al impacto de la pandemia a tenor de nuestro modelo ... productivo en comparación con otros países, si algo hay que destacar de nuestras cuentas públicas es su vulnerabilidad por deficitarias. Por ello, ante la búsqueda de lo que ocurrirá en los próximos meses, una cosa creo que cada vez esta más clara y es que España va a necesitar ayuda de Europa, y no precisamente un poco, para afrontar las secuelas que esta situación causará en toda nuestra economía nacional y, por extension, regional.
La crisis económica arranca con el parón en seco de toda actividad productiva, comercial y de servicios, y la hibernación decretada por el Gobierno. En la cuerda floja están los autónomos y las pymes ya de por sí castigados, sobre todo en comarcas como el Besaya. Vendrá más gasto público en sanidad, ayudas y subsidios, con menos ingresos tributarios y cotizaciones por mor de la adversidad económica.
Para entender mejor la perspectiva de cuál es la situación de España, y por extensión de la ayuda que puede prestar a su sistema de autonomías, tenemos que retrotraernos al año 2012. Ese año, España firmó como parte contratante el 'Tratado de estabilidad, coordinación y gobernanza' en la Unión Económica y Monetaria, cuyo objetivo principal era que la deuda pública no superara el 60% del PIB y que el déficit público no excediera del 3% del PIB a precios de mercado, algo que incumplíamos ya incluso antes de la pandemia.
Este ha sido uno de los puntos clave, a modo de estigma en nuestras finanzas públicas, de las largas conversaciones, renuencias, desencuentros y búsquedas de soluciones algo ambiguas en las reuniones del Eurogrupo y que cada día vivimos a través de las noticias. Sin duda, nuestro mayor problema estriba en el abultado saldo de nuestra deuda pública y en los desgarradores guarismos del déficit público. De ahí esa lucha de propuestas y contrapropuestas entre el bando francoalemán y los llamados 'halcones del norte' que nos quieren exigir contramedidas.
Otra cuestión que sin duda tenemos que afrontar de modo urgente es que por muchos es sabido que China es la fábrica del mundo. La dependencia que tiene Europa y, sobre todo, España de China es absoluta. Antaño decidimos deslocalizar nuestra industria, por los chinos, y nosotros comercializamos. Nos desindustrializamos mientras ellos se industrializaron. Deslocalizamos para rebajar costes y abaratar mano de obra y, también, por la inaguantable caterva de impuestos, trabas y burocracias del Estado autonómico. Es sabido que cuando la industria baja por debajo del 20% de su PIB afecta al propio estado de bienestar. Este porcentaje, que se viene rozando en nuestra comunidad autónoma, puede reducirse debido a la situación actual y al efecto que ello puede suponer en la empresa y por ende en la industria. Perdimos la independencia industrial y hemos podido comprobar que lo barato sale caro.
Esta dependencia de China y de los países asiáticos deja al descubierto otra fragilidad de España. Elegimos un modelo productivo fácil, de servicios, comercio 'low cost' y de turismo de masas.
Perdimos visión de futuro, ya que en este camino pocas fueron las voces que se alzaron contra este modelo. Hay que repensar la nueva Cantabria y por extensión la nueva España y poner en marcha, con prontitud, una rauda reindustrialización manufacturera y apostar fuertemente por la industria tecnológica. Nos va en el envite el presente y también el futuro de España y de nuestra comunidad.
Ese proceso de reindustrialización, junto al impulso para nuestra economía del sector primario, con un protagonismo descollante de la actividad agrícola y ganadera, está en sintonía con la filosofía que años atrás marcaron los planes de desarrollo económico y social en España, cuyo objetivo era promover el crecimiento económico y el nivel de vida del país, potenciar expansiones selectivas de sectores, crear polos de desarrollo que redujeran desequilibrios territoriales, incentivar la promoción industrial y, sobre todo, crear empleo de calidad y riqueza económica.
Por ello, esta crisis propiciará con carácter inmediato, y Cantabria no será una excepción, repoblar la España despoblada, el aprovechamiento y la rentabilidad de infraestructuras existentes, y afrontar planes estratégicos que aprovechen este tipo de infraestructuras para poner en marcha enseguida, sin esperar, polos de desarrollo económico, industrial, agrario, tecnológico y de servicios con alto valor añadido, contando además con otra ventaja adicional y clave: la creación de empleo de calidad será una solución efectiva y desde luego mucho más positiva pues arrastrará el consumo. Y, de esta manera, el sector del comercio se verá directamente arrastrado hasta una vertiente de crecimiento.
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