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En vísperas de la nochebuena un meteorito cruzó el cielo de Cantabria. Varios testigos en Beranga, San Felices o Ceceñas vieron una bola incandescente ... de color blanco que dejaba una estela a su paso. Como estamos tan distraídos mirando cuánto ha subido el besugo nadie percibió la poética estampa de la estrella de Belén surcando el cielo de nuestra descreída Navidad. El alegórico advenimiento podría haber sembrado un destello de mágica cordura entre tanto miserable apetito material pero, como no ha sido reivindicado ni siquiera por el obispo, se apagó al instante, y ninguno vimos en este espejismo más que una fugaz ráfaga de lluvia de estrellas.
Como nos creemos suficientemente capaces de descifrar con espíritu científico las señales del universo, hasta desde los púlpitos miran menos al cielo y más a la tierra. Ajeno a la estrella de Belén el obispo de Santander se metió en arenas políticas en su mensaje navideño y pidió una campaña electoral «sin insultos ni descalificaciones», como Campo Vidal moderando un debate televisivo. Mientras, en un insólito intercambio de papeles, el discurso de la vicepresidenta Díaz Tezanos –que pidió «mayor voluntad de entendimiento» y «espíritu de unión»– resultó contener, en estos términos, una retórica más propia de la liturgia eclesial que la del propio obispo.
Monseñor Sánchez Monge reclama que los políticos «afinen» en sus promesas electorales y respeten el octavo mandamiento, no levantarás falso testimonio ni mentirás. Pero como la fe es la certeza de lo que no se ve, en Cantabria faltan habitantes, trabajo, salmones en los ríos y nieve en invierno, para hacer el agosto en diciembre. Pero no faltan voluntarios para proclamar milagros desde las instituciones alabando el buen momento económico que vivimos, según predica Revilla.
Nuestra autoridad episcopal parece disputar protagonismo al presidente cántabro, con su reincidente propensión a participar de ministerios ajenos y mundanos. Hace unos meses, desde Valladolid, en desconcertante alocución, pidió el perdón para los corruptos. Obviando que deberían ser ellos los arrepentidos, como paso previo para obtener indulgencia. Oremos, ciudadanos, para que ningún indulto político les absuelva con idéntica clemencia.
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