Ya nos hemos hecho eco en otras ocasiones del modelo matemático desarrollado por el Imperial College de Londres, y lo atinado de sus predicciones. En ... uno de sus informes, han ampliado el modelo matemático que estudiaba la transmisión del Sars-CoV-2 para modelizar el impacto en la salud pública de las posibles vacunas, aplicando una gama de perfiles de producto objetivo desarrollados por la OMS.
Como ya sabemos, hay en este momento varias candidatas a vacuna contra el covid-19 en la última fase de ensayos, y está previsto que los resultados de eficacia y seguridad, algunos de los cuales ya se han dado a conocer de forma parcial, se publiquen a finales de este mismo año, con la consiguiente aprobación de las vacunas en las primeras semanas de 2021. Pero, incluso en escenarios optimistas de fabricación y entrega, la oferta de dosis disponibles en 2021 será inferior a la demanda, debido a las limitaciones existentes para la fabricación, distribución y conservación.
En su informe, los investigadores del Imperial College tratan de identificar las estrategias óptimas de distribución nacional e internacional de la vacuna para maximizar sus efectos sobre la salud pública, teniendo en cuenta las limitaciones de suministro de dosis. Entre los supuestos de partida, cuentan con que las personas infectadas no serán vacunadas, que la eficacia de las vacunas será parcial y que la duración de la inmunidad será limitada.
El modelo demuestra que, a medida que aumente el suministro, las vacunas que, además de prevenir la enfermedad, bloquean el contagio, y por lo tanto la transmisión, tienen mayor impacto que las solamente preventivas, debido a la protección indirecta que se proporciona a los grupos de alto riesgo. Asimismo, se demuestra que el impacto de la vacunación en la salud dependerá de la incidencia acumulada del contagio en la población cuando comience la vacunación, de la duración de cualquier inmunidad adquirida naturalmente, de la probable trayectoria de la epidemia en 2021 y de la capacidad de los sistemas sanitarios para tratar eficazmente a las personas que padezcan la enfermedad.
A escala nacional, el modelo refleja que, para un suministro limitado, con dosis para menos del 20% de la población, la estrategia óptima es administrar la vacuna primero a personas mayores y otros grupos de alto riesgo. Sin embargo, si se dispusiera de un mayor suministro, la estrategia óptima sería administrar la vacuna a los transmisores clave, es decir, la población en edad de trabajar y, potencialmente, los niños, para proteger indirectamente a las personas mayores y las personas vulnerables.
Dado que el probable suministro de dosis a nivel mundial en 2021 se limitaría a unas 2.000 millones de dosis, con vacunas de dos dosis, se considera que una estrategia en la que las dosis se distribuyan a los países en proporción al tamaño de su población es casi la óptima para evitar muertes, y se ajusta a los principios éticos acordados en la planificación de la preparación para una pandemia.
La cobertura requerida para lograr la inmunidad colectiva dependerá tanto del factor de transmisión del virus, el famoso R0, como de la eficacia de la vacuna. Asumiendo un valor de R0 de 2.5, la cobertura teórica requerida es del 60% para una vacuna 100% eficaz. Por tanto, para una eficacia de la vacuna más realista, alrededor del 70%, se necesitaría vacunar al 85% de la población.
Sin olvidar que estamos ante un modelo matemático relativamente simple, parece claro que la efectividad de un programa de vacunación depende más de nosotros que de la propia eficacia de la vacuna. Es muy probable que la vacuna que nos ofrezcan no sea 100% eficaz, pero sí será 100% segura. Tengamos presente que, si una parte relativamente pequeña de la población se resiste a la vacunación, hay muchas posibilidades de que no se alcance la inmunidad colectiva, y estaremos expuestos a nuevas oleadas del coronavirus.
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