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Este año, una vez más, he tenido la oportunidad y el honor de representar al Colegio Oficial de Biólogos en la apertura del curso académico de la Universidad de Navarra que, por motivos personales, es de gran significación para mí.
Mientras el secretario general nos ... explicaba los números de la memoria del pasado curso, mi mente me llevó unas décadas atrás cuando empecé mi andadura en esta misma universidad, recordando la frase: «Biología es la carrera del futuro». Por una extraña conexión neuronal me vino a la cabeza la letra que cantaba Santiago Auserón con su conjunto Radio Futura por aquella época: «y el futuro ya está aquí».
Y es que, tras cuatro décadas, varias crisis económicas y una retahíla de leyes educativas a las que sumar las universitarias, ha sido la pandemia la que de alguna manera nos ha puesto en el candelero a los biólogos, aunque a la vista del comportamiento de muchos de nuestros convecinos no nos hagan ni caso.
Claro que si los biólogos fuéramos titulados en Ingeniería de Ciencias de la Vida es muy probable que la sociedad nos valorase y reconociera como es debido, tanto económica como socialmente. Por el contrario, nuestros estudios se han diversificado en un sinfín de grados: Ciencias Biológicas, Bio Química, Ciencias y Tecnología de los Alimentos, Oceanografía y Vida Marina, Ciencias Ambientales, Bioingeniería, Bio, etc. Y algunas de nuestras especialidades, a pesar de tener un gran impacto en la sanidad, ni siquiera son reconocidas como tales.
La tradicional dicotomía biólogo de bata o de bota, es un mero juego de palabras. El biólogo de bota, tras un día de trabajo de campo, ha de ponerse la bata para procesar y analizar las muestras, picar los datos en el ordenador y estudiar los resultados para sacar conclusiones. Mientras, el de bata, en su maratoniana jornada diseña, ejecuta y repite ensayos en el laboratorio, se calza el mono azul de mantenimiento para reparar el aparato que se ha estropeado y para lo cual no hay presupuesto, y cumplimenta mil formularios para conseguir la prórroga del proyecto o uno nuevo y no irse al paro. Ambos, en su tiempo libre, se ponen la bota y pasean por el monte, el creyente para dar las gracias a Dios por la maravilla de la naturaleza, el ateo-agnóstico para reflexionar sobre cómo es posible que el azar en su infinitésima probabilidad haya combinado cuatro moléculas en una doble hélice y su expresión sea una gran diversidad de flora y fauna. También ambos, alguna vez, asisten a actos protocolarios, en donde no se encuentran en su salsa, pero deben hacerlo, pues allí están los gobernantes y burócratas que tienen el grifo de la financiación de sus proyectos. Y hay que hacer la tradicional y española pregunta de: «¿Qué hay de lo mío?».
Mientras pensaba en esto, el rector nos explicaba que gracias a la cooperación de todos los integrantes de la Universidad de Navarra el curso pasado no sólo salió adelante, sino que fue un éxito.
Varios pensamientos se me amontonan, el primero, del que todos nuestros gobiernos e instituciones hablan, la sostenibilidad, el nuevo 'Acuerdo Verde' y 'Una Salud' (en inglés, por aquello de ser más modernos, 'New Green Deal' y 'One Health'). En estos proyectos el trabajo en equipo y la cooperación y visión desde distintos puntos de vista es más que necesaria y los biólogos podemos aportar mucho y bien.
El segundo, me pregunto si las autoridades civiles y los políticos invitados al acto captaron la sutil indirecta que Francisco Sanchéz-Carpintero en su décimo discurso nos lanzó. «...Sumar fuerzas, buscar puntos de encuentro, detectar aspiraciones comunes..., ese es el modo de llegar lejos, aunque para todos de vez en cuando resulte tentador ir a nuestro rollo, con perdón por el uso de la jerga estudiantil».
La última idea es que nos encontramos en un punto de inflexión; estamos diseñados para cazar, recolectar y cultivar, pero en apenas 5.000 años, unos pocos segundos en la historia de la Tierra, estamos digitalizados y robotizando nuestro entorno, montados en un carrusel sin pararnos a reflexionar y a asimilar todo esto. Y lo que no evoluciona y se adapta acaba por extinguirse por muy fuerte que sea, acordémonos del Tiranosaurio. Vamos demasiado rápido, la curva es muy larga y la tangente nos está atrapando. Vivimos en una sociedad donde prima el individualismo y mis derechos personales y hemos perdido la visión estereoscópica.
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