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Cuando alguien necesitaba información sobre novedades literarias, Estvdio era el lugar ideal para obtenerla. Sobre todo, su librería de la calle Burgos. Allí hojeábamos las últimas publicaciones, charlábamos con sus trabajadores y manteníamos encuentros con los autores. Aquel local fue nuestra particular catedral seglar para ... conversar de literatura. La librería también eran sus dependientes, buenos amigos para cuanta orientación necesitáramos (Ángel, Miguel Ángel, Lidia, Paco…). Algunos desaparecieron en los tiempos difíciles dejando vacíos irrecuperables. Y librería eran sus dueños, Lourdes, José María y Valeriano, hermanos de vida y en proyectos. Amabilidad, cariño muchas veces; rigor y profesionalidad, siempre. Libreros de cabecera que sabían prescribir lo más conveniente para las necesidades lectoras de cada cual, y recetaban lo mejor para el alma.

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