La euforia de Vox y la convulsión del PP
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ANÁLISIS ·
Tras el éxito en Castilla y León, el partido de la derecha radical cree factible sumar una mayoría conservadora en Cantabria por el hundimiento del PRC de Revilla en las elecciones de mayo de 2023El nutrido contingente de dirigentes y militantes de base de Vox Cantabria que han prestado apoyo a su partido en la campaña electoral de Castilla y León, básicamente en la provincia de Palencia, vuelve revestido de una euforia efervescente y justificada por los espectaculares resultados ... que arrojaron las urnas. Nada se les pone por delante con vistas a los comicios de mayo de 2023: ni descartan competir de igual a igual con el PP por el voto conservador ni les parece imposible que al centro-derecha moderado y a la derecha sin complejos les salgan las cuentas para poner fin al largo ciclo de Revilla. El optimismo de Vox contrasta con la convulsión interna que ha estallado en el PP y que devuelve al partido a sus horas más bajas.
Hace ya mucho tiempo que los sondeos otorgan un crecimiento importante a Vox en Cantabria, como para doblar en 2023 los dos escaños logrados en 2019 con el 5,05% de los sufragios, justo el umbral necesario para obtener representación parlamentaria. Pero si se acerca al 17,6% que acaba de registrar en Castilla y León, la cuota actual podría triplicarse. En Vox creen que se trata de una marea imparable que irá a más en los 15 meses que restan para el desafío electoral.
Los dirigentes de Vox no ven imposible una alianza con el PP que pueda sumar una mayoría de 18 diputados en el Parlamento de Cantabria, o sea, siete más de los que cuentan ahora PP (9) y Vox (2). Para alcanzar ese objetivo, barruntan un sensible hundimiento del PRC de Revilla, con el trasvase del electorado regionalista, mayoritariamente conservador, hacia las siglas del centro y la derecha.
La controvertida gestión de la pandemia y los sucesivos fiascos en materia de reivindicación al Gobierno Sánchez, como la marginación de Cantabria en los planes inmediatos del Corredor Atlántico Ferroviario y el deterioro de los trenes de cercanías, la reciente exclusión de La Pasiega, el Mupac y antes la protonterapia del reparto de fondos europeos, la protección integral del lobo, la crisis de la industria electrointensiva, la incierta financiación autonómica... esta vez pasarán una elevada factura al Gobierno Revilla en las elecciones, aventuran en Vox y en los demás grupos de oposición.
En el reciente 13-F, Vox ha celebrado una subida sideral de 1 a 13 procuradores, casi proporcional al desplome de Ciudadanos, pero se trataba únicamente de elecciones autonómicas, no entraban en liza las urnas municipales como sucede siempre en Cantabria. Esta circunstancia puede perjudicar seriamente a Vox frente a los tres grandes partidos, PRC, PP y en menor medida el PSOE, que cuentan con potentes estructuras territoriales y la inmensa mayoría de los alcaldes, que arrastran el voto autonómico a favor de las siglas que representan. Vox cree, sin embargo, que esa teoría pertenece más bien a la vieja política y que actualmente el elector toma sus propias decisiones sin que influya tanto el consejo o la presión de los partidos tradicionales. No obstante, Vox prosigue con su labor de expansión en el medio rural con la intención de presentar tantas listas como pueda a lo largo y ancho de la geografía cántabra.
Vox Cantabria también cree tener alguna ventaja respecto a Castilla y León. Si allí el partido concurrió con un programa poco trabajado y un candidato desconocido como Juan García-Gallardo, aquí desarrolla una acción política más intensa con un liderazgo más visible como el de Cristóbal Palacio, el portavoz parlamentario dispuesto a ser de nuevo candidato autonómico.
Para eso también hay que contar con el PP, si es que salen los números, y ya se está viendo en Castilla y León que no está nada claro. Los dirigentes populares también creen posible una hipotética mayoría con Vox, si bien les parece más verosímil un pacto con el PRC de Revilla por el desgaste de su alianza con el PSOE. Puede ser, pero tampoco hay que tomárselo muy en serio porque después de las elecciones, el contador de agravios se pone a cero.
En Cantabria, PP y Vox mantienen una relación correcta, sin enfrentamientos ruidosos y con una notable sintonía en los pronunciamientos parlamentarios. La presidenta popular, María José Sáenz de Buruaga, y su equipo guardan un discreto silencio sobre la crisis interna del partido y sobre los dimes y diretes acerca de la gobernabilidad en Castilla y León. Ya se está viendo que Pablo Casado y Teodoro García Egea no quieren saber nada con Vox, pero Alfonso Fernández Mañueco, que es el que se juega el cargo de presidente, se muestra más flexible.
A saber qué pasará en Cantabria si la derecha alcanza una difícil mayoría en la próxima primavera. Comentan en voz baja los populares cántabros que para entonces Casado y Egea, que han desatado contra Isabel Díaz Ayuso una guerra muy destructiva para el partido, a lo mejor ya son historia. Y no digamos nada su subalterno, Alberto Casero, un incansable conspirador contra Buruaga y su gente, del que tanto se han choteado estos días en la cúpula del PP cántabro por sus 'habilidades' en el voto telemático del Congreso para salvar de la ruina la reforma laboral del Gobierno Sánchez.
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