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Lentamente y con limitaciones la Unión Europea está tomando medidas para abordar las consecuencias económicas y sociales derivadas del coronavirus. Parece cada vez más evidente que a una pandemia global se debe de contestar con una respuesta global para minimizar sus efectos negativos.
Primero fue ... el Banco Central Europeo con una línea financiera de 750.000 millones de euros con un sistema de reparto acorde con las dimensiones de la pandemia en cada país. Después la eliminación del corsé del Pacto de Estabilidad en términos de déficit y deuda. La Comisión ha planteado una especia de reaseguro, de los seguros de desempleo de los países. El BEI va a disponer de más recursos para favorecer los créditos. Se abre camino una interpretación menos estigmatizadora del mecanismo europeo de rescate (MEDE) con una condicionalidad menos severa. Todo ello alcanza la cifra de 540.000 millones de euros. El debate está ahora en nuevos fondos panaeuropeos que mutualicen la deuda para abordar la recuperación. Este debate es complicado pero es imparable. A todos estos recursos comunitarios se las deben de añadir las cantidades ya movilizadas por los diferentes países de la UE, (3,7 billones de euros). Todos estos ingentes recursos tienen dos características al día de hoy: son insuficientes y apelan al Estado, a lo publico, como elemento tractor la economía. Son insuficientes porque las consecuencias económicas del coronavirus van a ser terribles, toda la economía mundial va a estar en recesión. Se necesita una respuesta global y contundente. En este punto el Estado va a ser capital. En el corto plazo para dotar de recursos al combate de la pandemia así como sus efectos directos en la economía paralizada. En el medio y largo plazo para ser la locomotora que oriente la recuperación, abordando los retos globales preexistentes a la pandemia (cambio climático, transición ecológica, migraciones, despoblamiento y envejecimiento...), y nuevos retos: la necesidad de una nueva reindustrialización de occidente que garantice suministros esenciales.
Afrontar estos retos apela a Europa y, si como se dice, estamos ante una situación sólo equiparable a la II Guerra Mundial, la respuesta ha de ser de igual calibre. Los países del norte (con especial atención a Alemania y Holanda) son reticentes a proponer fórmulas que mutualicen la deuda. Tienen razones basadas en las dudas de que los países mas endeudados del sur consigan unas finanzas equilibradas y ponen como ejemplo a España en la crisis de 2008.
Al respecto conviene recordar que en el año 2007 la duda pública de España representaba el 36% del PIB, por debajo de la media de la UE, y el ejercicio se cerró con superávit público equivalente al 2% del PIB. Es cierto que estos datos convivían con una burbuja inmobiliaria que generaba una imponente deuda privada y que fue, en gran parte, financiada por los países del norte. Las políticas que se impusieron en Europa convirtieron deuda privada en pública para salvar el sistema financiero español, sí..., pero también los sistemas financieros del norte que hubieran caído como un castillo de naipes. Además obligaron a políticas de austeridad que provocaron recortes en servicios públicos esenciales cuyos resultados, especialmente en la sanidad, se han visto en estos días. Tienen razones, por ejemplo, por no aprovechar la recuperación para fortalecer nuestro sistema fiscal, cuando los gobiernos del PP aplicaron bajadas indiscriminadas de impuestos, lo que alimenta el discurso del norte sobre el riesgo moral de los países del sur. Sin embargo, lo que no tienen es la razón. Hay que recordar que la pandemia es un mal sobrevenido, en ningún caso imputable a una gestión negligente, y afecta a todos los países. Por otro lado, no está de más recordar que en 1953 los países europeos le perdonaron a Alemania el 62% de la deuda contraída en la II Guerra Mundial. Ese fue el arranque del llamado milagro alemán. Holanda y Alemania son de los más beneficiados por la existencia de la UE. Alemania exporta el 6,4% de sus productos a Italia, España y Francia; Holanda lo hace en un 12%. Alemania es el país más favorecido por el mercado interior con unas ganancia anuales de 86.000 millones, mientras que España gana 27.300 (Fundación Bertelsman). Holanda es, de facto, un paraíso fiscal que generó, en 2018, unas pérdidas de ingresos a España de cerca de 1.200 millones (Oxfam). Ambos incumplen la norma de la UE por no utilizar el exceso de superávit provocando desequilibrios y lastrando el crecimiento europeo.
Conclusión: Todos necesitamos una UE a la altura de las circunstancias. No es sólo solidaridad, también es interés. La posición española sería más fuerte si dentro, entre nosotros, alcanzáramos un gran pacto de país. Primero para abordar lo más urgente y de inmediato encarar la recuperación. Se habla de una suerte de nuevos Pactos de la Moncloa, y creo que la imagen es adecuada porque se necesita el concurso de la mayoría, política y social, para compartir la intensidad y el rumbo de nuestra recuperación. Esta es la condición necesaria para que la misma sea robusta y sostenida. La prioridad es la gente, ahora el problema no está en los mercados financieros sino en la economía real que afecta en mayor medida a Pymes, autónomos y trabajadores. Ahora no vale la austeridad. Se necesita una locomotora, el Estado, con un motor potente y un destino compartido. ¿Estarán nuestras fuerzas políticas a la altura de las circunstancias?
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