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Como cada año, el 9 de mayo celebramos el Día de Europa, la conmemoración de la firma de la Declaración Schuman, acta fundacional de la actual Unión Europea, que este año, además, cumple 70 años.
También en 2020 se celebra el 75 aniversario del final ... de la Segunda Guerra Mundial, acontecimiento que da origen a la puesta en marcha de un ambicioso proyecto de integración a escala europea. El eco de las voces de los dos artífices de este maravilloso proyecto económico y político, sí, político, resuena hoy en mi cabeza: Robert Schuman y Jean Monnet.
El discurso de Schuman hablaba de «la búsqueda de logros concretos que creen en primer lugar una solidaridad de hecho». ¡Solidaridad! El valiente Padre Schuman soñaba una realidad europea concreta. ¿Qué sueños tienen quienes 70 años después llevan las riendas de la Unión Europea? Como europeísta convencida, debe ser este aniversario el de la solidaridad.
Decía Jean Monnet: «No unimos Estados, unimos personas». Es evidente que también los Estados unen personas y que sin Estados no puede haber construcción europea: se ha demostrado con los sucesivos tratados que han permitido el avance de la Unión Europea. Desde Roma (1957) hasta Lisboa (2007), el lema sigue siendo: «Una unión cada vez más estrecha entre los pueblos de Europa».
Pero es evidente también que, 70 años después, todos no lo tienen tan claro. Baste recordar que el Gobierno del Reino Unido materializó el pasado 31 de enero el fin de esta falsa promesa. El apasionante proyecto europeo está herido y el reto de relanzarlo es evidente y necesariamente conlleva la consolidación de la integración, ya que lo contrario implicaría su fin. Si renunciamos, como es deseable, al inmovilismo, solo caben dos opciones: avanzar o retroceder.
El antiguo presidente de la Comisión Europea, Jacques Delors, recordaba que la falta de solidaridad hará que la Unión Europea «corra un peligro mortal» refiriéndose al clima que entonces, y aún hoy, parece reinar entre los jefes de Estado y de Gobierno. «El virus ha vuelto», llegó a decir, siguiendo de cerca los últimos acontecimientos dentro de la UE, cuyo telón de fondo es la crisis generada por la pandemia de coronavirus y la respuesta que los 27 miembros de la Unión están dispuestos a dar.
El carácter sin precedentes de la crisis del Covid-19 requiere medidas inmediatas y un plan audaz de recuperación social y económica para la Unión Europea, basado en la solidaridad, la sostenibilidad, la capacidad de recuperación y la justicia social, en consonancia con el Pacto Verde Europeo y el programa de transición digital. Europa debe reforzar su posición geopolítica con garantía de futuro.
Los responsables políticos locales y regionales estamos en primera línea en la lucha contra el coronavirus. Junto con todos los niveles de gobierno de toda Europa, nos comprometemos, en una declaración que hemos aprobado en el Comité de las Regiones esta misma semana, a aunar esfuerzos para luchar contra la pandemia, proteger a nuestros ciudadanos y contribuir a la recuperación económica, social y financiera.
Estamos haciendo todos los esfuerzos posibles para apoyar la economía local, salvar puestos de trabajo, ayudar a todas las empresas a continuar su actividad y proporcionar una educación de calidad. Nuestra labor sobre el terreno complementa los esfuerzos que se están realizando a nivel de la Unión Europea y de los Estados miembros, pero es necesario hacer más, en particular en lo que respecta a la solidaridad más allá de las fronteras.
El nuevo presupuesto de la UE debe ser la columna vertebral de la recuperación y debe aumentarse considerablemente para que sea un verdadero instrumento de solidaridad y cohesión. Sólo un ambicioso marco financiero plurianual, que lleve las inversiones del presupuesto de la UE a niveles sin precedentes, estará a la altura del desafío de una recuperación justa y sostenible.
Para mi generación, Europa es una aspiración a la paz, prosperidad, solidaridad y unidad que venimos construyendo a través de avances como el mercado interior, la moneda única, o la libre circulación de personas.
Para la generación de nuestros hijos, Europa es la aspiración a vivir en un continente sano y respetuoso con el medio ambiente, a vivir en una sociedad donde las personas puedan ser como quieran ser, vivir donde quieran vivir, amar a quien quieran amar y aspirar a todo lo que deseen. Es el deseo de un mundo digital al servicio del desarrollo y, a la vez, que no olvide los valores fundamentales. El deseo de una Europa que asuma a nivel mundial el liderazgo frente a los grandes retos de nuestro tiempo.
Cantabria sueña con esa Europa generosa y diversa, basada en unos valores perdurables y en un pasado del que hemos aprendido que la unión nos hace más fuertes. Setenta años después, el sueño de los padres fundadores debe ser más profundo y ambicioso que nunca.
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