Secciones
Servicios
Destacamos
Ya nadie discute que en el mes de enero se avisó del peligro que suponía este virus. Y que se insistió en febrero de ... que el riesgo aumentaba a la misma velocidad a la que galopaba el Covid-19. Y que sólo girando la cabeza hacia el este tenías ejemplos que no se deberían haber ignorado. Y que se recomendó desde las instituciones europeas competentes y desde la OMS la preparación de planes de distanciamiento social y hacer acopio de los suministros necesarios e imprescindibles para enfrentar el contagio. Y que el Gobierno de España afirmó que estábamos más que suficientemente preparados y surtidos de esos materiales. Y que se prefirió anteponer la ideología y los intereses partidistas y electorales al interés general, con ese 8-M feminista excluyente, que pospuso la toma de decisiones que hubiesen limitado actos de participación masiva.
Esto tuvo tres consecuencias: colaborar, por pura ideología, en la propagación del virus; privar a nuestros sanitarios, y a todos aquellos que tienen que seguir currando y jugándose la cara frente al Covid-19, de las herramientas necesarias para luchar contra esta epidemia, y posicionar a España, lamentablemente, en el pódium mundial del mayor número de víctimas por millón de habitantes. Quien quiera discutir esto que lo haga, yo no voy a perder el tiempo. Vendrán días para estos asuntos.
Derivada de esta crisis sanitaria, tenemos encima una crisis económica y social de la que no conocemos su alcance. Y habrá dos maneras de afrontarla: proteger a nuestros trabajadores y relanzar nuestro tejido productivo para que pueda absorber todo el empleo que se lleve por delante el Covid-19, o aprovechar la coyuntura para aumentar el intervencionismo estatal, muy en la línea de Pablo el Galapagariense, socio de Pedro.
Resulta paradójico comprobar como aquellos que hasta hace unas semanas se enorgullecían de tener un sistema sanitario de primer nivel, afirmación con la que estoy de acuerdo, ahora insisten en que hay que aumentar los recursos económicos para reforzar el sector público, incluso señalan con el dedo acusador al sector privado, que ha estado muy por encima de la gestión del Gobierno. Siguen sin entender que es el sector privado el que genera la riqueza necesaria para mantener la cosa pública. Que es el sector privado la vaca que da la leche para poder hacer la mantequilla, los quesos y la nata para los bizcochos, y que si la vaca no está fuerte y sana, si no da la leche suficiente, no habrá ni mantequilla, ni quesos, ni nata.
La actual izquierda gobernante, con brochazos populistas, se relame de gusto pensando que esta situación tan caótica, a la que han contribuido con su ineficacia y torpeza, pueda servirles para hacer más grande el sector que ellos mejor controlan y dominan. Les encanta mandar y ser imprescindibles, y para cuantos más ciudadanos, mejor. Su empresa es lo público porque la mayoría de ellos no conocen otra empresa. Cuanto más grande sea, más controlarán el devenir de la gente, y eso, no nos engañemos, les pone muy cachondos.
No se les pasa por la cabeza, ni siquiera les roza el pelo, eliminar duplicidades, quitar chiringuitos y empresas públicas en los que colocar amiguetes, reducir la adiposa grasa institucional, dejar de alimentar fundaciones y asociaciones, que casualmente dirigen colegas y compañeros de partido o ideología, y, en definitiva, racionalizar el gasto para destinar esos recursos sobrantes a lo importante: sanidad, educación, dependencia, inversiones productivas y aumento del presupuestos en ciencia y en I+D+i.
Desde Ciudadanos hemos hecho llegar al Gobierno de Cantabria una propuesta para impulsar unos 'Pactos por la Reconstrucción de Cantabria', que aglutinen en torno al Gobierno de nuestra región a los grupos parlamentarios de la oposición, a los ayuntamientos y a los agentes sociales.
Pactos que deberían explorar medidas en tres ámbitos bien definidos: un plan sanitario cuyo objetivo sea salvar vidas y proteger a los ciudadanos; un plan de reactivación de la economía que salve empleos, y un plan social que proteja a las familias.
Desde la moderación y la centralidad. Huyendo de propuestas santurronas. Alejándonos de comisiones eternas, que sólo sirven para pasear carpetas. Hay que evitar la improvisación y la unilateralidad y apostar por la planificación y el consenso. Tras el control del virus nos jugamos el futuro económico y social en el acierto de las medidas que se tomen para relanzar nuestro modelo productivo. O cuidamos de la vaca, o aguamos la leche.
El negativo impacto económico que dejará el coronavirus será directamente proporcional a la cantidad de autónomos y empresas que no sean capaces de soportarlo. Es fundamental que aguanten, todos ellos mejor que casi todos, y que a la vuelta de la crisis sanitaria puedan contratar a los trabajadores que tenían antes de que apareciese el virus en nuestras vidas y pulmones. Es la mejor política social.
Fuerza y ánimo.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Noticias seleccionadas
Ana del Castillo
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.