Secciones
Servicios
Destacamos
La persona que padece una adicción debe ser consciente de que la padece, (es condición imprescindible para ello) que su voluntad se mantiene presa del deseo insoportable e inevitable de recibir su dosis de placer. El mejor modo de evitar una posible adicción es ... siendo sinceros con nosotros mismos, no engañarnos para tratar de ocultar el exceso que estamos a punto de experimentar. Con cualquiera de los placeres adictivos que podemos padecer (comida, alcohol, sexo, juego o drogas) debemos estar muy atentos a nuestras sensaciones para darnos cuenta de que lo que era un juego o una simple iniciación se puede convertir en la tan temida adicción. El placer que podemos sentir ante cualquiera de estos incentivos tiene un punto de no retorno que hay que identificar, si le sobrepasamos estamos dentro de la adicción, si no llegamos a él y controlamos nuestra capacidad de decidir cuándo, de qué modo y con qué intensidad, no seremos dependientes; de lo contrario estaremos ya presos de la adicción. La adicción nace cuando el que pone los límites no es la mente, sino el cuerpo (no cabe más comida en el estómago, ni más alcohol en el cerebro, ni es capaz nuestro sexo de darnos más placer). El paso de un estado a otro sólo depende de nosotros. Si traspasamos la frontera de la prudencia es que necesitamos compensar, de otro modo tan sólo disfrutar.
¿Cómo podemos evitar una adicción? Llevando a cabo un análisis profundo para saber cuál es la razón por la que se necesita compensar. El origen siempre está en algún lugar de nuestro pasado, que fue adulterado o trastocado por circunstancias que nos limitaron y se manifiestan desde el momento en que tenemos edad para el disfrute compensatorio. Si somos conscientes de que hay «algo» en nuestro pasado que ha dejado una huella que hay que subsanar, pongámonos a ello, entendamos las circunstancias que lo provocaron y pongamos remedio con tiritas emocionales. Cuando lo conseguimos la necesidad de premiarnos para compensar, simplemente, desaparece. Y todo esto hay que hacerlo sin tratar de encontrar culpables o responsables, sólo hay que entender que las circunstancias en las que nos vimos envueltos fueron los condicionantes, trataremos de entenderlas, entendiendo a sus protagonistas y librándonos del trauma que se pudo provocar en nosotros. Todo esto tiene un valor inmenso si entendemos que si somos adictos somos infelices y en cuanto eliminamos las causas, no sólo dejamos de sufrir la adicción sino que ganamos en satisfacción personal, en equilibrio y, por tanto, en felicidad, que es el objetivo que todos, sin excepción, queremos conseguir, de modo razonable, en la vida. En conclusión, si te liberas de tu pasado, te liberas de las adicciones y ganas en autoestima, la que no necesita compensar para gozar.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.