El experimento italiano

Con la intención de aclarar cómo había llegado el virus a su comunidad, el alcalde decretó la cuarentena en el pueblo la misma noche del fallecimiento; se cerraron escuelas, bares y tiendas, y se suspendieron transportes públicos, misas y carnavales. Dado que el tamaño del pueblo, 3.300 habitantes, lo hacía viable, se decidió hacer la prueba a toda la población.

Todos los vecinos del pueblo se sometieron a la prueba del coronavirus voluntariamente, detectándose el virus en 89 personas, que fueron aisladas de inmediato en sus casas durante 14 días. Doce días después se llevó a cabo una segunda tanda de análisis, donde aparecieron ocho positivos más, que también fueron aislados. A las dos semanas del decreto se levantó la cuarentena para el resto del pueblo, que reanudó su vida normal, y no se registraron nuevos casos de infección hasta el 20 de marzo.

¿Qué enseñanzas se obtuvieron de este experimento? La más importante, que la mayor parte de los infectados no presentaban síntomas, pero podían contagiar el virus. La segunda, que la epidemia se puede derrotar, siempre y cuando se consiga aislar a todos los infectados. Esto no era difícil de conseguir en una pequeña población, pero es inviable en una gran ciudad, o en un país entero, debido a la escasa disponibilidad de las pruebas.

Hasta que no dispongamos de vacunas o tratamientos específicos, no podremos acabar con el COVID-19, pero mientras tanto, el confinamiento es una excelente medida de control. Así conseguimos limitar el número de contagios y garantizamos el funcionamiento de los hospitales. Y al final, ganaremos.