Extrapolaciones, certezas y dudas tras las urnas andaluzas
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Queda por ver si el 'efecto Feijóo' y los triunfos contundentes de Ayuso o Moreno tendrán continuidad en el PP en aquellas elecciones a las que concurrirá desde la oposiciónN adie entre los veteranos del PP regional sospechó allá por el año 2000 que Juan Manuel Moreno Bonilla, aterrizado en Cantabria a punto de ... cumplir los 30 años para ser candidato 'cunero' al Congreso de los Diputados, iba a llegar tan lejos. Era, eso sí, un muchacho avispado al que Javier Arenas colocó aquí cuando no le encontró sitio en las listas de Málaga, un arquetipo de la fauna que ha florecido desde entonces en las juventudes de los partidos, cachorros resueltos a vivir de la política desde el bachillerato hasta la jubilación. Fue un candidato discutido y con resultados mediocres en las andaluzas de 2018, pero las cuentas le salieron para ser presidente y en los cuatro años posteriores ha construido una histórica mayoría absoluta gracias a una gestión y a unas buenas maneras bien valoradas hasta por los que no le votan. Mucho más potente que el dubitativo Mañueco, más incluso que la lideresa Díaz Ayuso, casi tanto como el gran jefe Feijóo. Moreno Bonilla ya es 'El Califa', un nuevo estandarte para el PP lanzado hacia el año electoral de 2023.
Ahora queda por ver si las extrapolaciones están justificadas, si el llamado 'efecto Feijóo' y los sucesivos triunfos logrados por el PP en Galicia, Madrid, Castilla y León y Andalucía por presidentes que ya estaban instalados en el poder van a tener continuidad allí donde el partido está en la sufrida oposición, en comunidades como Cantabria, en los comicios fijados para mayo del año próximo, y en las elecciones generales cuando al presidente del Gobierno central, Pedro Sánchez, le convenga convocarlas.
María José Sáenz de Buruaga, presidenta del PP de Cantabria, cree que sí, que el cambio de ciclo es imparable en toda España y que en Cantabria los populares volverán a ser el año que viene el primer partido de Cantabria. Cuentan en el PP con los votos que se fugaron en 2019 hacia el regionalismo y la abstención, con el grueso de la herencia que deje Ciudadanos y con que Vox no se dispare.
En el equipo de Buruaga están razonablemente seguros de que ella renovará su liderazgo en el congreso sin presiones de la cúpula nacional -tanto Feijóo como su hombre de confianza, Tellado, han garantizado que darán libertad a las organizaciones territoriales- y a la expectativa de que a su debido tiempo los nuevos mandarines de Génova la confirmen como candidata autonómica.
En Cantabria y en otras regiones los aspirantes tendrán que envolverse en las banderas del partido. Los presidentes Feijóo, Ayuso, Moreno han hecho campañas en clave personal, ocultando hasta cierto punto los emblemas partidarios -también lo hizo la alcaldesa santanderina Gema Igual en los comicios de 2019-, pero, para quienes no ostentan el poder, las siglas del partido en trayectoria ascendente van a ser el aval más preciado.
En Vox ya han constatado dolorosamente -antes en Galicia y en Madrid, ahora en Andalucía- que allí donde el liderazgo del PP es sólido, su crecimiento es nulo o escaso, pero no creen que ese caso se vaya a dar en Cantabria donde el partido de Abascal espera un crecimiento sustancial que permita consumar con el PP el final del ciclo político de Revilla.
El presidente del Ejecutivo autonómico y abanderado regionalista también cree que la tendencia política nacional favorece al PP, pero cuenta con que le alcance para ganar una vez más antes del retiro. Revilla entiende que el pagano principal del ascenso popular va a ser el PSOE de Sánchez, su socio en Madrid y en Cantabria, y que será el PRC el que sacará mayores réditos a los recursos de estar en el poder. Y en mayo, después de contar los votos, a lo mejor hay que pactar con el nuevo PP de su supuesto amigo Feijóo.
También en el PSOE cuentan con el plus gubernamental, pero las dudas se disparan con los sucesivos reveses del partido en otras comunidades. En el socialismo cántabro hay unas cuantas familias enfrentadas entre ellas, pero todos son de Sánchez: la cúpula oficialista de Pablo Zuloaga, el clan de Santander de Pedro Casares y Ainoa Quiñones, que es el sanchismo de primera hora y el más entregado, el grupo de Eva Díaz Tezanos, los que un día apoyaron a Eduardo Madina, los que iban con Patxi López, los que postularon a Susana Díaz... Casi todos se reciclaron más temprano que tarde para buscar cobijo en torno al caudillo Pedro Sánchez. Hasta ahora, porque la fe se tambalea hasta entre los más creyentes cuando vienen malos tiempos. Puede que en la primavera electoral los dirigentes socialistas crucen los dedos para que un Sánchez con olor a cadáver venga lo menos posible a los actos de campaña y ni se le ocurra armar un 'superdomingo' para juntar las elecciones generales con las autonómicas y municipales. En fin, la deriva socialista no tiene buena pinta y hasta prospera la especulación de que Sánchez ya lo ve tan mal que quiere dejar la política nacional a cambio de un buen cargo en Europa. Pero no es prudente dar por amortizado antes de tiempo al audaz Sánchez y a su manual de resistencia en el poder.
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