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Tenemos más de tres millones de parados, una situación catastrófica para las familias que lo viven y, sin duda la mayor preocupación para todos los gobernantes, políticos y ciudadanos de nuestro país. Pese a ello, no hay ni una sola mención del presidente ... Sánchez en su discurso de investidura para paliar esta deprimente situación y, sin embargo, gran parte del mismo está destinado a contentar a sus socios de coalición para justificar su alianza de gobierno, haciendo innumerables señalamientos hacia políticas de aumento del gasto social con múltiples acciones de gobernanza que promete acometer. Pero con qué dinero piensa el señor Sánchez afrontar tales medidas programáticas es toda una incógnita y un despropósito por la casi segura imposibilidad de hacerlas frente sin aumentar las contribuciones del empresariado e inversores. Por ello podría denostarse este conjunto de comunicaciones de propósitos como de noticias falsas, consistentes en prodigar el estímulo en el receptor hacia metas irreales a sabiendas de que nunca se cumplirán.
No podemos sino alarmarnos de a dónde nos va a llevar el previsible gobierno socialista con tal de alcanzar el poder. Pero aún hay más cosas preocupantes en el discurso del presidente. Solo tenemos que echar una mirada hacia la concesión que hace a los sublevados catalanes con la mención de no judicializar la política. No se judicializa la política señor Sánchez, se judicializa la gobernanza de los rebeldes, de los que no aceptan la ley. Y para muestra un botón, el señor Torra incumplió la ley y fue sentenciado por ello y se le ha inhabilitado con toda justicia por su exceso de gobernanza, pero tenaz y hostilmente se mantiene en rebeldía. Señor Sánchez ¿es esto judicializar la política? ¿es esto un problema político? Más bien diría que es un desacato a las leyes que en ningún caso debe ser disculpado y sí penalizado con todo el peso de la ley.
Las concesiones que hace el señor Sánchez para gobernar nos sitúan en el camino del no retorno, que nos lleva a la desmembración de España, el empobrecimiento económico, la desobediencia de las leyes. La dignidad de la justicia consiste en el imperio de la ley como formidable baluarte de la democracia. Es el pedir y se os dará mesiánico llevado a sus últimas consecuencias. Primero por el señor Zapatero en el diseño del Estatuto de Cataluña, y ahora por el señor Sánchez en el enarbolamiento de la bandera del diálogo entregado a intereses espurios personales y políticos. Términos impropios como el concepto de nación que acuñan los segregacionistas, o el afrontar un problema político son la salsa de cultivo que enarbolan con deslealtad sin igual los pequeños de mente y grandes de ambiciones.
No hay nada de eso señores separatistas, ni fueron ni son una nación y ahí está la Historia para probarlo. Y ante tanto desvarío, el poder de la ley debe esgrimirse judicializando a tope las desatinadas y vergonzantes políticas segregacionistas que además nos están perjudicando a todos los españoles en el concierto mundial y hundiendo nuestra economía y las esperanzas de encontrar trabajo a esos tres millones de parados que tenemos. Señor Sánchez no quiebre su ideario socialista, no eche por tierra lo que sus predecesores hicieron con gallardía y reconocimiento de sus errores: Felipe González casi pidió perdón por su promesa electoralista que no cumplió como lo fue querer sacar a España de la OTAN. La única expresión válida con que afrontar el segregacionismo es decirles que pierdan toda esperanza de alcanzar sus objetivos impúdicos y despectivos hacia tantos millones de españoles que cada día luchan por conseguir un puesto de trabajo sin resultado. Estas sí son miras socialistas. Retome los cauces, reconduzca su ideario hacia políticas afines con la mejora de las condiciones de vida de los afligidos, de los parados, de los sin techo…
Afortunadamente, el Estado tiene recursos con qué afrontar los desvaríos que el excesivo poder y las ansias de poseerlo están conduciendo a desatinos a los que nunca debieron solitariamente poseerlo. Paradójicamente el señor Sánchez cita la lucha contra las falsas noticias cuando en su discurso los propósitos de gobernanza lo son en sí, un alarde de entusiasmar con promesas de gastos sociales incumplibles y, además, traerán el aumento del paro y el empobrecimiento económico. Todo ello en una falsa promesa de contentar a sus socios. Y como ya se entrevé por la intervención del señor Iglesias, llena de revanchismo y agresividad, de estos polvos tales lodos. No ha sido capaz de disimular en la dialéctica que empleó sus verdaderas miras, elevando el tono con el que piensa gobernar para resarcirse de sus malos resultados electorales pero que gracias al oportunismo del señor Sánchez intentará poner en práctica. Y claro, tal ansia de revanchismo le lleva a olvidar sus consecuencias en la recuperación económica que es básica para lograr que el paro descienda y que haya esperanzas en las familias que sufren por la ausencia de trabajo, lo que debería ser el mayor intento socialista que se le podía atribuir. Ojalá pudiéramos decir aquí «no pasarán», y si no el tiempo…
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