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Decir cine es decir Elizabeth Taylor, una de sus estrellas de ayer, hoy y siempre. Mujer de gran belleza, supo proyectarla perfectamente en cada secuencia, en cada plano. A diferencia de lo que les sucediera a otras compañeras de oficio, no se le subió ... el éxito a la cabeza más de lo razonable. «Como le pasa a todo el mundo, no planeé mi vida. Sucedió sin más. Nunca planeé adquirir una gran cantidad de joyas o una gran cantidad de maridos. Para mí, la vida pasó al igual que lo hace para cualquier otra persona. He sido sumamente afortunada: he conocido el gran amor, y por supuesto algunas cosas increíbles y hermosas». Su camino para alcanzar la gloria terrenal, conviene subrayarlo, no resultó sencillo. En cierta ocasión declaró: «No me gusta hablar de eso, pero cuando era chica mi padre se ponía abusivo cuando bebía y parece que le gustaba golpearme». Así se lo dijo a mi colega Barbara Walters. Para añadir: «No lo culpo en lo más mínimo. Sé que estaba borracho cuando lo hacía. No sabía lo que hacía». Su progenitor, Francis, se dedicaba al negocio de las obras de arte.
Elizabeth estaba llena de valores humanos. Por eso solía afirmar: «Nunca me he sentido más viva que cuando he visto a mis hijos disfrutando u observado a un gran artista trabajando; nunca he sido más rica que cuando he podido firmar un buen cheque para luchar contra el Sida. ¡Nunca pretendí ser una reina! Cleopatra era un papel y yo una actriz». ¿A qué profesionales de su oficio admiraba, con cuáles le hubiera gustado compartir platós? Respondería a tal pregunta: «Me encanta Johnny Depp. Y también Colin Farell. Ambos, grandes actores; con talento, matices y variedad de registros». Pero por encima de todos le apasionó Richard Burton. «Si Richard Burton siguiera vivo nos habríamos vuelto a casar, sería inevitable. Era magnífico en todo el sentido de la palabra. Y en todo lo que hacía. Desde los primeros momentos en Roma estuvimos siempre loca y poderosamente enamorados. Tuvimos tiempo, pero no el suficiente», manifestaría al evocarle. Por su parte, Burton escribió sobre ella a finales del año 1968: «Es una amante que te vuelve loco. Es tímida, ingeniosa, no se deja engañar. Es una actriz brillante, bella hasta extremos que superan los sueños de la pornografía. Puede ser arrogante y obstinada, es clemente y cariñosa... Tolera mis imposibilidades y borracheras. Es un dolor de estómago cuando estoy lejos de ella. ¡Y me quiere! Y yo la querré hasta que me muera».
En cierta ocasión, Jacobo Zabludovsky entrevistó al licenciado Víctor González Luna Orendáin, notario número 31 de Guadalajara, en su programa 'De una a tres', de Grupo Radio Centro. El mexicano Víctor, que tuvo una profunda vinculación con la actriz, dijo en la entrevista: «Era una mujer extraordinaria en todos sentidos. En el del humor, que era extraordinario. Tenía una inteligencia increíble. Era una mujer culta, leía mucho. Uno de sus lemas era nunca decir una mentira. Y tenía un equilibrio increíble a pesar de todo, de cómo la juzgaba la gente por la forma en que se desenvolvió con tantos matrimonios y tantas dificultades, que rompió matrimonios, etcétera. Pero era su forma de ser. Cuando andaba con alguien siempre pedía que hubiera por lo menos un compromiso. Me sucedió a mí dos veces…».
La relación de películas en las que trabajó Elizabeth y lo que esta gran artista aportó en cada una, forman parte muy destacada de la historia del cine. Hasta el punto de que no se entendería tal arte sin su presencia ante las cámaras. Es evidente que hay actrices que nacieron para emocionar, para transmitir. La contemplación de cualquiera de sus exitosos filmes lo demuestra sin ninguna duda.
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