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Los abuelos, los padres, los familiares más cercanos han sido el salvavidas de muchas personas durante este periodo de crisis que vivimos. Los núcleos familiares han permitido sobrevivir a quienes han perdido el trabajo y han debido esperar meses a que les llegara la ayuda ... del ERTE o del desempleo. Esta red de asistencia social ha tenido un papel esencial en Cantabria en los últimos meses. Cuando la burocracia retrasaba las respuestas y las entidades públicas se veían desbordadas, siempre quedaba la familia. Ese lugar en el que no hay que pagar derecho de admisión, donde se comparte todo y donde siempre hay un plato más en la mesa.
Igual que el valor de la salud solo se aprecia cuando uno está enfermo, el papel de la familia solo se reconoce en los momentos de crisis, pérdida o abandono. Creo que este periodo al menos ha servido para valorar la importancia de la institución familiar como el lugar donde no se deja tirado a nadie, donde la fragilidad siempre encuentra refugio.
En este contexto, la incapacidad de nuestras administraciones públicas para promover el empleo amenaza la permanencia de la familia. Con el 40% de nuestros jóvenes en paro, ¿cómo es posible que se planteen formar una familia? ¿Cómo van a pensar en comprar o alquilar una casa? ¿Cómo van a poder asistir a otros cuando haya una necesidad?
Un reciente estudio, a nivel nacional, señalaba estos días que el 64% de los jóvenes de entre 25 y 29 años de edad sigue viviendo en casa de sus padres. Es el doble de países como Francia o Alemania, donde lo normal es que un joven abandone la casa de sus padres al terminar la Universidad, si no antes. No es solo culpa de la pandemia, que ha afectado a otros países europeos tanto como al nuestro. La causa hay que buscarla en la pasividad de nuestras autoridades, en la escasa dedicación a lo que de verdad es importante. Mientras a nivel nacional están pendientes de una ley de eutanasia o de la transexualidad, en otros países ponen todo el esfuerzo en la innovación, en la atención a las pequeñas y medianas empresas o el fomento del empleo.
Todo es cuestión de prioridades. Igual que ha habido un esfuerzo especial de todas las administraciones por frenar el virus, con medidas extraordinarias, debería haber un esfuerzo especial por frenar la catástrofe del desempleo juvenil. Es una tarea común de toda la sociedad, porque ya nadie espera nada de un presidente regional más interesado por los focos de la próxima tertulia televisiva que por las familias de Cantabria.
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