El retorno de la guerra
La guerra es una alteración abrupta y sangrienta de las relaciones geopolíticas
Federico Aznar
Martes, 17 de septiembre 2024, 07:14
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Federico Aznar
Martes, 17 de septiembre 2024, 07:14
El siglo XX había comprimido la distancia y ya no dejaba sitio para lo diferente. La globalización lo ha cerrado definitivamente. Esta supone un proceso de igualación o nivelación. Aproxima lo distinto y, al hacerlo, magnifica las diferencias primero para racionalizarlas después.
La globalización progresa ... mediante el conflicto. No es un proceso pacífico. Incrementa las relaciones entre sociedades y, con ellas, los conflictos. Peor aún, los conflictos locales pueden globalizarse. El cambio es una realidad insoslayable en el camino hacia la perfecta globalización. Y este deviene en incertidumbre. El siglo XXI es así el de las relaciones, el desorden, el cambio, la incertidumbre y el conflicto.
Factores polemológicos son los que subyacen en los conflictos. La concurrencia de varios los hace más probables pero no los asegura. Es un fenómeno humano y sin normas.
La primera condición para el conflicto es que haya grupos; y para que haya grupos debe haber diferencias. Sin grupos no hay partes; y sin partes no hay conflicto. Y los grupos pugnan por algo material, por un interés o recurso, aunque la incertidumbre de la existencia del otro genera inseguridad e incita al conflicto. Y su proximidad o la sensación de rivalidad aún más. Estamos ante la traslación a las Relaciones Internacionales de la pirámide de Maslow.
En este contexto, se está produciendo el 'ascenso de los otros', un proceso de nivelación y convergencia de las sociedades mundiales que implica la alteración del status quo vigente.
En 2023, según el Banco Mundial, en paridad de poder adquisitivo (ppa.), China representa el 18,76 % del PIB mundial, Estados Unidos el 14,8%, la UE el 14,68%, la India el 7,29% y Rusia el 3,49%. La suma de los PIBs ppa. de China, Estados Unidos y la UE es inferior al 50% del mundial. Todos los actores tienen capacidad para impedir pero no para imponer. La alianza entre Europa y América, el 'vínculo transatlántico', es clave en este contexto de competición.
Los antiguos 'no alineados', el llamado 'Sur global', diluye el poder tanto de Oriente como de Occidente por más que el centro de gravedad del mundo se desplace hacia Asia Pacífico. El orbe marcha así hacia la multipolaridad y esto, a la postre, va a provocar una pérdida de calidad de vida relativa en las sociedades occidentales.
Además, se están produciendo grandes movimientos de población. El mundo pasará de unos 8.000 millones de habitantes a unos 10.200 en 2100. Pero su distribución cambiará. Europa pasará de 450 millones de habitantes a 416 millones (España 30 millones). China de 1.420 millones a 776, la India mantendrá su población, 1.450 millones, si bien a mitad de siglo alcanzará los 1.800 millones, mientras Nigeria y Níger irán de 218 y 26 millones respectivamente a 550 y a 167. La globalización se materializa en flujos y las migraciones pertenecen a su lógica igualadora. Y es un todo, no permite escoger. Vamos al mestizaje.
Y ello en el contexto de una revolución y una competencia tecnológica sustentada en tecnologías muy disruptivas capaces de cambiar las reglas de juego y que se retroalimentan mutuamente. Estas permitirán conquistar el espacio exterior mientras las 'sociedades de la información' se adaptan a los cambios sociales y políticos provocados por la inteligencia artificial o la computación cuántica. Y es de prever una mayor accesibilidad a la tecnología nuclear por la difusión general de conocimientos.
Estas alteraciones políticas, económicas, tecnológicas o poblacionales transversales a un proceso de igualación o racionalización se van a producir en un mundo desregulado, toda vez que el derecho no ha alcanzado mínimamente la velocidad de la globalización. De hecho, ni siquiera ha habido un consenso que permitiera el recambio del sistema de gobernanza establecido tras la Segunda Guerra Mundial, aunque hayan aparecido instituciones ad hoc, como el G-20, el G-7... Y el déficit de gobernanza favorece las políticas de poder.
Por otra parte, es de prever que la pugna por los recursos se incremente en el contexto de un cambio en los balances de poder, sin derechos adquiridos ni árbitros y eso cuando los recursos son escasos; estamos ante un juego de suma cero. Y la seguridad es una percepción por lo que generará dilemas. Es más, Occidente ha vivido con unos niveles de seguridad hasta antinaturales y que va a ir perdiendo, también por convergencia con el ascenso de los otros.
La guerra es una alteración abrupta y sangrienta de las relaciones geopolíticas. La acumulación de contradicciones y factores polemológicos junto a la dificultad para el acuerdo, la irá haciendo cada vez más probable. Va a volver.
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