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En la intensa gira de Alberto Núñez Feijóo por toda España para promocionar su nuevo liderazgo en el PP, Cantabria le ha deparado un lleno ... sin agobios y un entusiasmo cálido sin llegar a ser desbordante en el hotel Santemar. Mucho más optimismo, desde luego, que en las mortecinas presencias de Pablo Casado en las campañas de 2019. El aparato del PP cántabro se esmeró para organizar un acto que, en la medida de lo posible, escenificara la bendición de Feijóo a la continuidad de María José Sáenz de Buruaga al mando de las tropas populares, tras la persecución a la que ha sido sometida por Casado y García Egea, pero el ilustre visitante hizo alarde de la famosa cautela gallega y ni se le ocurrió entrar en los avatares de la política cántabra. Todavía ni siquiera es formalmente el gran jefe.
La jerarquía de Feijóo ya procura al PP un repunte en los sondeos, después del fulminante bajonazo que le costó la reciente crisis interna. En la izquierda gubernamental se temen que el presidente de la Xunta va a ser un adversario mucho más potente que el difunto Casado y ya le están tomando medidas. Así que quien era hasta ayer mismo un liberal moderado, con un fuerte ramalazo regionalista gallego, enseguida empieza a ser señalado como un adalid de la vieja 'derechona', que autoriza y ampara el pacto de gobierno de su partido con Vox en Castilla y León, que hará lo mismo en todas las comunidades autónomas donde sea posible y también para hacerse con el poder tras las elecciones generales si es que le salen las cuentas, obligado por el crecimiento imparable que Vox acredita en las encuestas y en las urnas.
'A mí que me registren', podría decir Núñez Feijóo, pues nadie como él ha infligido un castigo tan severo a Vox desde su explosión en las elecciones andaluzas de 2018, ya que el partido de Santiago Abascal se quedó fuera del Parlamento gallego y de los ayuntamientos de aquella región en los últimos comicios de 2020.
Ciertamente, los escenarios son diferentes. Ni Galicia es como toda España, ni ser el presidente autonómico de las cuatro mayorías absolutas consecutivas garantiza una labor eficaz como la que ahora le toca de jefe del primer partido de la oposición, una función que Feijóo no ejerce desde la que desplegó en la etapa de Emilio Pérez Touriño como presidente de Galicia entre 2005 y 2009.
Hay algo, sin embargo, que seguramente tranquilizará al jefe del Gobierno central, Pedro Sánchez: Núñéz Feijóo le resultará un interlocutor más fiable que su socio, Unidas Podemos, y que la mayor parte de los partidos que lo sostienen en el Congreso, a la hora de articular los pactos de Estado en materia de seguridad, política exterior, economía, etc., que son imprescindibles en estos tiempos convulsos que conectan la pandemia con la invasión de Ucrania por Rusia.
En el concurrido acto de Feijóo en Santander no hubo ausencias significativas, ni siquiera los diputados nacionales y senadores más críticos con la cúpula regional y más afines a Casado, García Egea y el viejo aparato de Génova. El equipo de Buruaga valora especialmente la presencia de muchos militantes desmovilizados en el último quinquenio y de casi todos los alcaldes, que en general no frecuentan la sede ni los actos del partido. Ellos van a lo suyo, no quieren entrar en guerras internas, y menos cuando se acercan las elecciones, pero tampoco se entregan al oficialismo. No obstante, ahora creen, como el conjunto de los militantes y votantes del PP, que con Feijóo se abre una etapa esperanzadora para las siglas en toda España.
El escenario del Santemar era propicio para que Feijóo consagrara el liderazgo regional de Buruaga –sólo dos atriles, uno para el gran jefe y otro para la baronesa, los dos llegando al acto juntos y entre aplausos– pero el presidente gallego no se mojó tanto. Abrazó a Buruaga, aludió con simpatía a la alcaldesa Gema Igual y hasta recordó (sin nombrarlo) a Ignacio Diego y su histórica mayoría absoluta de 2011, tras una campaña en la que también participó Feijóo. Nada que ver, en todo caso, con los elogios que dedicó en Madrid a 'Ayuso Superstar', cuyo respaldo le resulta imprescindible para consolidar su propio liderazgo.
Feijóo sólo quiso hablar en clave nacional, de las políticas erráticas y la falta de liderazgo de Pedro Sánchez, y del PP como única alternativa. Ni una palabra sobre el partido en Cantabria, ni una referencia a Revilla, profusamente criticado momentos antes por Buruaga. El presidente gallego ni siquiera es formalmente líder del PP hasta el congreso de abril. Será a partir de entonces cuando tal vez empiece a pronunciarse sobre los asuntos regionales, sobre el congreso, sobre las candidaturas de 2023, sobre el objetivo de ganar de nuevo las elecciones y retornar al poder. Ya se verá entonces si salen las cuentas con Vox o con el PRC de Revilla.
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