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El Partido Socialista Obrero Español perdió las elecciones de 2023, pero los números le daban para seguir gobernando, siempre que traicionara todas sus promesas y ... posicionamientos anteriores para conservar el poder mediante duras concesiones a partidos no solo de ideologías separatistas, sino que abiertamente habían desafiado la Constitución y a la Justicia, y obligado a intervenir una comunidad autónoma mediante el artículo 155 de nuestra ley fundamental.
En ese momento, los socialistas optaron por mantenerse en el poder a costa de lo que fuera, y ese 'lo que fuera' parece incluir las bases de la democracia española. De esa decisión esencial viene dependiendo la evolución de nuestro país desde hace año y medio, sin que el gobierno así formado haya logrado un mínimo de estabilidad para desarrollar proyectos de nación y programa legislativo. Se intenta gobernar a salto de mata y trágalas en convalidaciones de decretos. Los problemas clave de diseño del futuro de España no se abordan, y quienes gobiernan pasan el tiempo en campañas demagógicas contra la oposición, ocupando todas las esferas institucionales que forman parte del sistema de contrapesos de una democracia y dedicados a cualquier cosa menos a resolver problemas.
Problemas que han ido a peor en este tiempo, como la escasez y carestía de la vivienda, fenómeno agravado por las políticas recesivas e intimidatorias practicadas desde el Gobierno contra los pequeños propietarios, a quienes se quiere dejar en manos de okupas e inquiokupas, en una especie de expropiaciones temporales pero sin contrapartida económica del Estado. Se están dando casos verdaderamente kafkianos, y la insensibilidad de los socialistas y sus socios ante ello es abrumadora.
Seguimos teniendo problemas graves de transición energética y de reindustrialización, y nuestro Gobierno ni actúa con determinación ni tiene en Bruselas una voz potente en defensa de este sector crucial para el bienestar de nuestro país. Las dudas, los retrasos, los mensajes contradictorios, la precipitación en la gestión de lo nuclear, ponen en riesgo una parte importante de la economía española y suben nuestras facturas de todo lo que depende del consumo energético (casi todo, en realidad).
Cuando los problemas de la defensa y la seguridad son cada vez más perentorios para Europa, continuamos con un Gobierno que apenas pasa de un 1% en el gasto de defensa sobre el PIB, muy lejos no solo del 2% que la OTAN había fijado en su día, sino del 3%/5% del que se habla ahora. Hemos perdido casi siete años en constitución de unas fuerzas armadas capaces de unirse al sistema de seguridad de Europa frente a amenazas cada vez más evidentes y atrevidas. No basta con subvencionar a Ucrania o enviarle armamento: hay que impulsar nuestra industria y capacidad en defensa, algo que hoy pasa también por tecnologías de vanguardia e informática, telecomunicaciones e inteligencia artificial. Obsesionados con lo que llaman 'memoria histórica', parece que no sabe ya girar el cuello y mirar hacia delante. Nuestro reto no es lo que pasó, sino lo que va a pasar si no tomamos medidas como país y solidariamente con los demás europeos.
La inmigración sigue gestionándose de una manera demencial, cuando debería ser, convenientemente organizada y regulada, una de las grandes palancas para el salto adelante de España en esta década. No solo no existe como política de estado, sino que además esta no-política se quiere trocear con ciertas concesiones a los socios separatistas y soberanistas. Para que sea todavía más ineficaz, suponemos.
Gobernar no es simplemente resistir, sino liderar e impulsar. Una nación de casi 50 millones de personas que pasa un ejercicio tras otro sin presupuestos y sin desarrollo legislativo digno de tal nombre no puede fingir que todo marcha bien y que no habrá consecuencias. Al contrario, está aplazando todas las reformas necesarias para evitar que próximos shocks exteriores o del propio ciclo económico arrasen el porvenir de empresas y hogares como ocurrió con la crisis de la época de Rodríguez Zapatero. El mensaje de que somos los que más crecemos se parece a los de aquella época en que el PSOE presumía de crecer más que Alemania. Ya sabemos dónde acabaron tales fantasmadas publicitarias.
Si nos fijamos en el caso de Cantabria, en la parte que nos toca de este desorden nacional, lo apreciamos en la demora de grandes proyectos de infraestructuras, en la falta de respuesta a necesidades industriales y energéticas, en la imposición de normativas aberrantes como la del lobo, y en el abandono de políticas de Estado que son las que deben garantizar para toda España, desde la coordinación, que no falten médicos y personal sanitario en general, o que el sistema de atención a la dependencia sea más ágil y esté mejor financiado desde el marco nacional.
El Partido Popular no solo ganó las elecciones a Cortes de 2023, sino que la sociedad española ya se ha percatado de que es la única alternativa constructiva y realista a la actual deriva de nuestro país, y que el país tiene que darle no solo la victoria, sino también el Gobierno. Los siete años de zozobra han desmentido todas las proclamas de progresismo, limpieza e innovación con que la retórica de entonces encubrió un mero afán de poder. El Gobierno tiene más crónicas de tribunales que de consejo de ministros. El pueblo solo espera a ser convocado a las urnas para tomar el verdadero camino de las soluciones y dejar atrás una etapa de caos, crispación e imprudentes juegos de exclusión social.
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Ana del Castillo
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