Feliz año desigual
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La lucha contra las diferencias desmedidas es uno de los temas pendientes que los dirigentes políticos, a todos los niveles, deberían abordar cuanto antesTal y como nos han transmitido desde niños, la Navidad es, probablemente, la época más especial del año. Es, de acuerdo con la tradición, una época de alegría, felicidad y buenos deseos. Y, sin embargo, son muchos los elementos que contradicen todo esto, sobre ... todo en algunas partes del mundo y, en el nuestro, en muchos hogares.
La desigualdad y la pobreza son dos fenómenos (quizás las dos caras de una misma moneda) que, si siempre son terribles, lo son mucho más en estas fiestas. Por ello, habrá quienes piensen -y seguro que tienen su parte de razón- que no es el momento más apropiado para hablar de la mismas. Yo, sin embargo, pienso lo contrario, sobre todo después de leer el último informe sobre la desigualdad en renta y riqueza en el mundo, recientemente publicado por el World Inequality Lab.
Si bien es cierto que el uso de cifras es siempre aburrido, también lo es que, en ocasiones (y ésta es una de ellas), es necesario. En este sentido, las cifras nos dicen que, en 2021 y a nivel mundial, el 50% de la población más pobre sólo ha percibido el 8% de la renta generada y poseía el 2% de la riqueza disponible; para el 40% siguiente, los porcentajes mencionados pasaban a ser del 39 y 22%; por último, el 10% de la población más afortunada recibía el 52% de la renta mundial y disfrutaba nada menos que del 76% de la riqueza. Incluso si uno no está muy ducho en Estadística, resulta muy sencillo ver que la distribución mundial de la renta y la riqueza es extremadamente desigual y muy polarizada.
Aunque la desigualdad económica es un fenómeno presente en todo el mundo, lo cierto es que hay diferencias sustanciales por grandes bloques de países. Así, por ejemplo, Europa es la región «más igualitaria», pese a lo cual el 10% más opulento percibe el 36% de la renta; en el extremo opuesto se encuentra el bloque de Oriente Medio y Norte de África (MENA) donde la cifra se eleva a casi el 60%. Si nos centramos en la riqueza, Europa vuelve a ser la región con una distribución más equitativa, lo que no impide que el 10% de los más acomodados posean el 58% de la misma; en Latinoamérica y los países MENA, que comparten el hecho de ser los más desiguales, el porcentaje se eleva por encima de 77.
Teniendo en cuenta las cifras mencionadas y la evolución experimentada en las cuatro últimas décadas (en las que el aumento de la desigualdad ha sido espectacular en países como EE.UU., Rusia e India, y menor en otros como los europeos y China), el informe mencionado resalta algo que todos conocemos: la desigualdad no es, en absoluto, inevitable; la desigualdad es, en el fondo, el resultado de elecciones políticas relacionadas con el tipo de instituciones existentes en cada país y con los programas de desregularización y liberalización puestos en marcha en los mismos.
Una de las facetas de la desigualdad económica a la que, tradicionalmente, se le ha prestado poca o ninguna atención es la que se manifiesta a través de la evolución de la ratio riqueza privada/riqueza pública. En este sentido, el informe subraya que, pese a que durante los últimos 40 años (casi) todos los países se han vuelto más ricos, y algunos de ellos mucho más, sus gobiernos se han vuelto más pobres; de hecho, sostiene el informe, la riqueza pública (la suma de los activos financieros y no financieros netos de deuda) está próxima a cero o es incluso negativa en los países ricos, lo que significa que toda la riqueza está en manos del sector privado. El fuerte endeudamiento público experimentado en los países ricos para luchar contra el covid no ha hecho más que agravar la tendencia mencionada, lo cual, obviamente, limitará la capacidad de actuación del sector público en el futuro.
Por último, hay otro aspecto de la desigualdad que conviene resaltar: la desigualdad por géneros. Pese a haberse mitigado algo en los últimos 50 años, sucede que el peso de las rentas de trabajo obtenidas por las mujeres se sitúa, hoy, en torno al 35% del total, bien que, una vez más, con grandes diferencias entre países.
De todo lo expuesto se deduce que la lucha contra la desigualdad desmedida es uno de los temas pendientes que los dirigentes políticos, a todos los niveles, deberían abordar cuanto antes.
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