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A finales de marzo se celebrará en Cádiz el IX Congreso Internacional de la Lengua Española, congreso que se iba a celebrar en Arequipa (Perú) pero que la situación política del país obligó a trasladar a la ciudad andaluza. Bajo el lema «Lengua española, mestizaje ... e interculturalidad. Historia y futuro», decenas de periodistas, lingüistas, escritores, académicos, catedráticos, economistas, publicistas o historiadores procedentes de todo el mundo debatirán aspectos relacionados con uno de los rasgos más singulares del español: su mestizaje en el pasado, presente y futuro. Una cualidad que, sin embargo, no aparece como debiera en la programación del Congreso, en la que se echa en falta una mayor atención al español actual, una disposición a analizar y reflexionar sobre los nuevos caminos que está recorriendo en un contexto de grandes transformaciones sociales, económicas, culturales y científicas.
Uno de ellos es el de la inteligencia artificial que la RAE define como la «Disciplina científica que se ocupa de crear programas informáticos que ejecuten operaciones comparables a las que realiza la mente humana, como el razonamiento lógico».
Entre ellas, la de expresarse verbalmente ha requerido la atención de esa institución, que ha creado el proyecto LEIA (Lengua Española e Inteligencia Artificial) con dos objetivos principales: «procurar que se enseñe un español correcto a las máquinas y trabajar en el desarrollo de herramientas y aplicaciones que ayuden a los humanos a adquirir un buen uso del español» y «evitar que se pierda la unidad que permite que 585 millones de personas se comuniquen en nuestra lengua sin dificultades». Una empresa ambiciosa que aún está lejos de lograr que los humanos puedan entablar un diálogo de tú a tú con los robots porque todavía no se ha conseguido que reconozcan los contextos de las situaciones de comunicación. El éxito del proyecto es vital para el futuro del español puesto que contribuirá a mantener su unidad y a no descartar que, algún día, los robots enseñen a hablarlo correctamente.
Otro es el que se percibe a través de las características que advierten de cambios generacionales: el lenguaje.
Desde mediados del Siglo XX se han sucedido seis generaciones: la Generación silenciosa (1930-1948), la Generación de los 'Baby Boomers' (1949-1968) y la Generación X (1969-1980) –anteriores a la revolución tecnológica– y la Generación 'Millennials' o 'Y' (1981-1993), la Generación 'Z' (1994-2010) y la Generación 'Alfa' (a partir de 2010) que han crecido con ella y, además, han compartido un mismo código: el lenguaje de las redes sociales, caracterizado por trasladar el lenguaje oral al escrito, incumplir normas gramaticales, usar y abusar de abreviaciones, omitir signos de puntuación, emplear un léxico con anglicismos sin adaptar y complementarlo con emoticonos.
Para quienes no pertenecen a estas generaciones ha resultado un lenguaje incomprensible que ha contribuido a agrandar la brecha digital entre ellas. También ha provocado el temor a que se convierta en español común fuera de la 'disciplina gramatical', aunque hay quienes opinan que solo se trata de una forma de expresión en un ámbito concreto. En cualquier caso se debe reconocer la capacidad del español para adaptarse a una nueva situación de comunicación digital y a incorporar a su patrimonio lingüístico un innovador universo tecnológico que lo acredita como una lengua competente en el mundo actual.
Y el tercero, una fuente segura para saber cómo y por dónde discurre el español hoy, es la Lingüística forense.
Según la experta Sheila Queralt, esta rama de la Lingüística aplicada «se dedica a analizar el lenguaje escrito y oral para aportarlo como prueba en una causa judicial». Se trata de una disciplina científica utilizada por filólogos forenses para determinar la autoría de textos de presuntos delincuentes o criminales basándose en el examen de la caligrafía, la ortografía, las construcciones sintácticas, el tipo de léxico, la pronunciación, el tono, el acento y un abanico amplísimo de registros lingüísticos. Así, la Lingüística forense proporciona un conocimiento del español real, sobre todo de características de su diversidad que pertenecen a intercambios comunicativos más bien poco conocidos.
Desde diferentes perspectivas, estos tres medios constituyen una muestra de la situación actual de una lengua que evoluciona firmemente para adecuarse a las necesidades comunicativas derivadas de nuevas formas de vida y de la revolución tecnológica, circunstancia que el congreso parece haberlo olvidado.
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