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Desde los comienzos de la neurociencia, se diferenciaban dos tipos básicos de células cerebrales, las neuronas y las células gliales. El funcionamiento del cerebro dependía exclusivamente de las neuronas y su capacidad para elaborar y transmitir información rápidamente a través de sus redes. El tejido ... glial, descrito por primera vez en 1859 por el patólogo alemán Rudolf Virchow, formaba más bien elementos estáticos sin una función relevante, más allá de actuar como una especie de pegamento entre las células nerviosas. Ramón y Cajal descubrió las células gliales en 1891, diferenciándolas de las neuronas e identificándolas claramente como parte del tejido nervioso.
Entre las células de la glía, las más abundantes son los astrocitos, de los que se calcula que puede haber tres por cada neurona, en el cerebro humano. Las funciones que se les atribuían hasta ahora eran numerosas e importantes en el sistema nervioso central, aunque secundarias a la actividad principal del cerebro. Entre ellas, destacaban su papel como elemento guía y de soporte de la migración neuronal durante el desarrollo, el mantenimiento del microambiente neuronal o la modulación de las reacciones inmunes.
Cierto es que ha habido previamente neurocientíficos que sugerían que los astrocitos podrían tener un papel activo en la transmisión sináptica y participar en el procesamiento de la información. Sin embargo, los estudios realizados para demostrarlo habían arrojado resultados contradictorios, y faltaba el consenso científico definitivo.
Todo ha cambiado con el descubrimiento de los que se han denominado 'astrocitos glutamatérgicos', un tipo de célula a medio camino entre las neuronas y las células gliales, por parte de un equipo de científicos de la Universidad de Lausana y el Centro Wyss de Ginebra. El estudio, publicado en la revista Nature, demuestra que estas células favorecen la capacidad de memorizar, el control cerebral de los movimientos y contrarrestan la aparición de ataques epilépticos.
Los investigadores han conseguido identificar células que, con las características de un astrocito, tenían la capacidad de liberar glutamato, el neurotransmisor más abundante del sistema nervioso. A continuación, pudieron confirmar que estas células híbridas eran capaces de liberarlo a una velocidad comparable a la de la comunicación sináptica, utilizando una técnica de imagen avanzada que permitía visualizar el glutamato liberado por vesículas en los tejidos cerebrales en ratones vivos. La conclusión es que estas células modulan la actividad neuronal, controlando el nivel de comunicación y excitación de las neuronas.
El descubrimiento de este nuevo tipo de célula abre inmensas perspectivas de investigación. Se han anunciado próximos estudios destinados a explorar el papel protector de este tipo de célula contra el deterioro de la memoria en el Alzheimer, además de profundizar en su relación con la enfermedad de Parkinson y trastornos como la esquizofrenia o la ELA.
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