Secciones
Servicios
Destacamos
En junio de 1873, Santiago Ramón y Cajal, con 21 años recién cumplidos, obtenía la licenciatura en Medicina por la Universidad de Zaragoza. Allí se había trasladado toda la familia en 1870, después de una larga serie de mudanzas debidas al trabajo de su padre.
Recién licenciado, fue llamado a filas en la llamada Quinta de Castelar, el servicio militar ordenado por el presidente de la Primera República que movilizó a todos los mozos útiles de España ante una situación de emergencia en tres frentes bélicos: la guerra de los diez años en Cuba, la declaración, el 2 de mayo de 1872, de la Tercera Guerra Carlista y la sublevación cantonal.
Al poco tiempo de incorporarse al servicio, ganó una plaza de médico segundo en Sanidad Militar, siendo destinado primero a Lérida, en el frente carlista y, ya en 1874, a Cuba, con el grado de capitán.
La estancia en Cuba minó su salud de tal manera que, en junio de 1875, desembarcaba en el puerto de Santander, tras ser declarado inutilizado en campaña. Enfocó entonces su carrera hacia la docencia y la investigación, y dedicó las pagas atrasadas del ejército a la compra de materiales para montar un pequeño laboratorio.
Sus investigaciones sobre las neuronas, comenzadas en la década de 1880, le llevaron a establecer la teoría neuronal del sistema nervioso, posiblemente la mayor contribución individual en la historia de la neurología. Con métodos experimentales entre los que destacaban las mejoras en la tinción de las células, Cajal fue capaz de estudiar la estructura del cerebro, el sistema nervioso y los centros sensoriales, especialmente la retina. Gracias a su talento como dibujante y fotógrafo, fue capaz de ilustrar con precisión muchas de sus observaciones al microscopio.
Han pasado 150 años desde que el joven Ramón y Cajal recogiera su título de licenciado en Medicina, en un país que tenía poca tradición científica, donde la ciencia no se apreciaba y no se le dedicaban medios. El mismo año que don Santiago recogía el premio Nobel en Estocolmo, Unamuno escribía en un artículo: «Que inventen, pues, ellos y nosotros nos aprovecharemos de sus invenciones». Ortega y Gasset opinaba que el caso de Ramón y Cajal era una vergüenza para España, en lugar de un orgullo, porque constituía una excepción.
150 años después, el paralelismo entre la situación de los investigadores en España entonces y ahora resulta dolorosa. Las inversiones en investigación y desarrollo en nuestro país están muy lejos del 2% del PIB que señala como objetivo la UE, a años-luz de distancia de potencias como EE UU, Japón o Corea, claros ejemplos de que la inversión en ciencia siempre resulta rentable.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Estos son los mejores colegios de Valladolid
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.