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Cuando reflexionamos sobre el futuro de la UE, suelen enumerarse múltiples recomendaciones sobre lo que la Unión debería hacer en el futuro, seguidas de la ... advertencia de que, quizá, falta voluntad política para materializarlas. Europa, arrastrada por fuerzas económicas, políticas y sociales, debe decidir cómo forjar su futuro en un contexto de desafíos estructurales y tensiones globales. Se enfrenta a la necesidad urgente de replantear su modelo económico. Las tensiones geopolíticas, el cambio climático y las desigualdades internas exigen soluciones audaces que prioricen el realismo, la productividad, la sostenibilidad y la cohesión social.
La publicación del Informe Draghi llega en un momento clave para el proceso de construcción europea, teniendo en cuenta los desafíos económicos, políticos y sociales que deberá afrontar nuestro continente Desde la pérdida de competitividad hasta los desafíos financieros que supondrá reforzar una política de defensa en plena transición energética, pasando por la reconfiguración de las relaciones entre bloques económicos que representa el retorno de Donald Trump a la presidencia de los EE UU.
El débil comportamiento de la economía europea, tanto en términos históricos como en comparación con otras grandes potencias mundiales, ha reavivado el debate sobre las causas del declive y las posibles soluciones. En este contexto, el informe analiza los desafíos estructurales que afronta Europa, como la baja productividad, la dependencia externa y un modelo económico obsoleto. Mario Draghi propone tres objetivos clave: mejorar la productividad, descarbonizar la economía y avanzar en la autonomía estratégica. Además, aboga por el fortalecimiento de la política industrial, la simplificación regulatoria y la creación de un entorno favorable para financiar todo el proceso de transformación. Sin embargo, sus ambiciosas propuestas se enfrentan a desafíos importantes, como la fragmentación política y la capacidad fiscal limitada, lo que subraya la necesidad de avanzar en una integración a varias velocidades y priorizar las reformas más viables, superando la tendencia europea a la procrastinación.
En las últimas décadas, y particularmente desde la crisis financiera, el crecimiento económico de la UE ha sido menor que el de otras grandes potencias. En 2023, la diferencia con EE UU del PIB real ajustado por paridad de poder adquisitivo alcanzó el -12 %, frente al +4 % registrado 20 años antes. Durante ese mismo periodo, China se ha acercado a gran velocidad al nivel de vida europeo. Según el informe, alrededor del 70 % de la divergencia del PIB per cápita en relación con el otro lado del Atlántico se debe a la menor productividad. El 30 % restante se debe al déficit de población activa, un problema que se agravará ante las perspectivas demográficas europeas.
La causa fundamental de la baja productividad en la UE es el déficit de inversión, por lo que el Informe Draghi resalta la necesidad de incrementarla en torno a 800.000 millones de euros cada año, el equivalente a cinco puntos porcentuales del PIB anual de la UE. Comparativamente, el Plan Marshall, surgido al final de la Segunda Guerra Mundial, incrementó la inversión aproximadamente entre un 1 % y un 2 % del PIB anual. Por lo tanto, habría que realizar un esfuerzo considerable, si bien el Informe considera que Europa dispone de una capacidad de financiación abundante. La tasa de ahorro de los hoga
res es elevada, al menos en comparación con la de Estados Unidos. El camino pasa por movilizar ese excedente de ahorro, que ahora se exporta hacia países terceros, especialmente EE UU, en lugar de destinarse a proyectos europeos.
España comparte las principales tendencias señaladas en el informe. El PIB per cápita ha avanzado incluso menos que el de la UE en su conjunto, aunque recientemente ha mostrado un repunte. El crecimiento español es más vigoroso que el del resto de Europa, pero al sustentarse en la incorporación de mano de obra, su impacto en el PIB per cápita es menos significativo. La inmigración es crucial para compensar el retroceso que entrañaría el declive demográfico en los próximos años.
En suma, el diagnóstico de Draghi, particularmente en lo que atañe al déficit de inversión y productividad y a la dificultad de adaptación del tejido productivo a los grandes desafíos tecnológicos y comerciales, resulta esclarecedor y a su vez preocupante.
A lo largo de la historia, el pasado ha servido de poco en el afán de predecir las tendencias del futuro, pero comprender de dónde venimos puede resultar conveniente para reflexionar acerca del futuro de la UE, tornando la vista hacia su pasado reciente. La Unión Europea se encuentra en una encrucijada: debe apostar por una mayor unidad si aspira a afrontar las exigencias de un mundo interdependiente.
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