Secciones
Servicios
Destacamos
La economía entrelaza sus hilos con la sociedad de forma compleja. Más allá de sus fluctuaciones y tendencias, el desempeño económico actúa para la sociedad ... como un reflejo de su estado de salud y un indicador de sus perspectivas. En este sentido, la percepción social de la situación económica juega un papel crucial al condensar elementos sociales, políticos y psicológicos que configuran la imagen que la sociedad tiene de sí misma y de su funcionamiento.
¿Cómo podemos explicar que los datos macroeconómicos de España brillan con fuerza, mientras la realidad cotidiana de muchos ciudadanos sigue marcada por la desigualdad y la precariedad? Al descender de las estadísticas macroeconómicas, nos encontramos con una realidad discordante que desafía nuestra comprensión del bienestar colectivo. La Comisión Europea sitúa a España como el líder económico de Europa, con un crecimiento esperado del PIB en torno al 3% en 2024. También el consenso de los expertos vaticina un horizonte positivo para nuestro país. Sin embargo, la realidad de la calle es algo diferente: según el Barómetro del CIS, la confianza del consumidor ha caído desde febrero y casi dos tercios de los españoles consideran que la situación económica de España es mala o muy mala.
El interés de esta paradoja es crucial para explicar muchas dinámicas económicas importantes. Más allá del ámbito económico, la valoración de la situación puede influir en el bienestar psicológico de los individuos, la confianza en las instituciones, la estabilidad social y política, la participación ciudadana y política y la cohesión social.
La manera en que cada persona vive la situación económica influye en la valoración que se hace de ella. Además, factores como la edad, el sexo, el nivel educativo, la afinidad política, los medios de comunicación o algunos sesgos cognitivos están estrechamente relacionados con la percepción de la economía.
El indicador por excelencia para evaluar la actividad económica y el crecimiento de un país es el producto interno bruto (PIB). Sin embargo, no siempre refleja exhaustivamente el bienestar material de la población, puesto que no toma en consideración la distribución de los ingresos, las actividades no monetarias que contribuyen al bienestar de las personas ni otros aspectos ambientales y sociales que impactan en la calidad de vida.
Otra dimensión fundamental de la economía es el mercado de trabajo, que proporciona directamente a los individuos ingresos y oportunidades, lo que incide directamente en su calidad de vida y autoestima. La precariedad laboral, especialmente entre los más jóvenes, donde los contratos temporales y los bajos salarios son más la norma que la excepción, incide en la percepción de la economía. Además la inflación, como indicador del aumento generalizado y sostenido de los precios de bienes y servicios, ejerce una influencia sustancial en la percepción pública de la economía. Y aquí la vivienda se erige en un punto de fricción importante, especialmente entre la juventud...
Por último, no se está prestando suficiente atención a la creciente desigualdad económica. Según el Informe de la Fundación Foessa, 9,4 millones de españoles –el 20% de la población– están en riesgo de exclusión social. Asimismo, el indicador AROPE revela que 4,3 millones de personas viven en situación de pobreza severa, un 28% más que al inicio de la crisis inmobiliaria.
La percepción y evaluación de la situación económica de un país por parte de los ciudadanos es el resultado de una interacción compleja entre diversos factores individuales y colectivos. En este sentido, la hipótesis del interés propio señala que estas evaluaciones están influenciadas por la vivencia personal, de modo que quien experimenta circunstancias económicas adversas juzga más negativamente la situación económica general.
Uno de los aspectos que más atención ha despertado en la literatura sobre el tema es la influencia de la ideología y la adscripción partidista, que evidencian cómo la valoración de la situación económica depende, en gran medida, de la simpatía con el partido político en el gobierno.
La disonancia entre las métricas económicas tradicionales y la experiencia de los ciudadanos plantea importantes desafíos. Entender esta brecha entre lo «macro» y la percepción es clave para desarrollar estrategias que aborden ese crecimiento económico y lo transformen en verdadero bienestar para la población.
En este contexto, una población con mayor conocimiento económico estaría mejor preparada para comprender las dinámicas generales. La educación financiera deviene como una herramienta esencial, puesto que, como destacan algunos autores, las consecuencias del aumento de la percepción negativa de la economía pueden ir más allá de las relativas al comportamiento político y la cohesión social, y afectar también a las decisiones de consumo e inversión.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.