Secciones
Servicios
Destacamos
Lucho va mucho al médico. Siempre tiene algo. Le han hecho todo tipo de pruebas y de cosas. Lleva treinta años igual. Su historial tiene que ser más largo que la sed de justicia. No recuerdo ninguna parte del cuerpo que no le hayan escaneado, ... operado o atravesado con rayos o lo que haga falta. Enfermedades, supongo que las habrá tenido todas. Eso es lo que él dice, al menos. Por lo demás, nunca se le nota nada. Es curioso. Cada día tiene mejor aspecto. De hecho, todos los fines de semana se organiza algún plan. Suele ponerse malo el lunes, pero para el viernes ya está sano. Ahora me dice que el otro día se pegó doce horas en urgencias por culpa de la gripe. Si fuiste a urgencias y aguantaste allí doce horas para que te dieran un ibuprofeno, Lucho, viejo gnomo quejumbroso, tampoco estarías tan mal, le digo yo.
Y me suelta que los servicios públicos están saturados. Además lo dice como si le sorprendiera. De modo que no he querido responderle. No porque no sepa qué decirle, claro. Sino por tristeza, nada más. Últimamente, me entristezco por cualquier tontería. Me estaré poniendo sentimental con la edad. Pero así es la vida: tenía que ser precisamente Lucho el que me hiciera saber que las urgencias sanitarias se saturan a menudo. Y ¿por qué será?, le pregunto yo. Y entonces me contesta que no tiene ni idea. Que a lo mejor es por los inmigrantes ilegales. A esto me refiero yo cuando digo que así es la vida: a que la cosa no tiene remedio. No obstante, también hay cosas buenas, claro. La semana que viene podemos hacer una larga lista de las muchas cosas buenas que existen. Que cada cual piense una. Yo digo la sanidad pública.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.