Secciones
Servicios
Destacamos
He estado cuatro años, a razón de seis horas diarias, ensayando esto y mira lo que soy capaz de hacer, te dice el muchachote olímpico de las anillas. O la chica olímpica que borda el salto mortal. Y tú exclamas desde tu sofá de verano: ¡ ... qué maravilla, parece imposible, son prodigiosos! Y eso es todo, poco más o menos. Acto seguido, empieza el fútbol. Luego la Vuelta ciclista. Después el Open USA de tenis. Y cuando se acaba el tenis empieza otra cosa. No sé qué, pero algo. Cada pocos días hay una gran final de algo, ¿qué truco es este?
Pero bueno, estamos un día más ahí, en la terraza del Torino, viendo pasar la vida y le digo a Lutxo: somos público, Lutxo, viejo amigo, somos espectadores. Y me suelta: lo importante es saber perder. Porque luego están los que pierden, claro. Que son el 99%. Los que no ganan nunca nada. A mí siempre me han gustado los perdedores, los que fallan el penalti, los que se caen a dos metros de la meta. Y le digo: claro, como tú no has ganado nunca nada...
En fin, la vida es maravillosa y triste a la vez, eso ya lo sabemos. Pero las Olimpiadas son magníficas, desde luego. Sobre todo las de París. Ahora bien, Lutxo, viejo amigo, no todo es espectáculo, creo yo. También está la realidad pedestre de la vida. ¿Qué está pasando ahora en el mundo y, especialmente, en Estados Unidos y en China? ¿Acaso eso no te interesa? ¿Y lo que pasa en Rusia? Y me salta: eso de que los de arriba están ahí para obedecer a los de abajo yo no me lo he creído nunca. Acatamos órdenes, de eso no hay duda. Lo malo es que no sabemos de quién. Eso dice el cenutrio de antaño. Y a lo peor tiene razón, vete a saber.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.