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Hace unos meses, en una retransmisión de un partido por la radio, escuché el nombre de un jugador y era un acrónimo: R.D.T. ... Tuve que preguntar quién o qué era eso, y una vez desvelado el misterio del delantero del Espanyol, me quedó una sensación de imaginación frustrada. El fútbol moderno ha traído de todo al deporte, sobre todo estética y ambición desmesurada, pero sin que la memoria nos convierta en seres reaccionarios, lo cierto es que como sobrenombres, hay pocos que alcancen el valor literario y conceptual de los que se ponían antes.
De los mejores sobrenombres que ha habido está el del 'gato de Pámanes', nada más sencillo que la elasticidad vertiginosa de un felino para evocar la habilidad de Ceballos bajo los palos de aquella portería del Racing. Lo mismo podría decirse del 'tractor bielorruso', porque en una tierra agrícola, uno sabe el tamaño de esas ruedas, y el ruido que hacen los 250 cv que se necesitan para arrastrar pacas de hierba o sembrar de abono los prados, y hacerlo, además, con la cara de Zygmantovich como advertencia de central. No hace tanto pasaba por El Sardinero 'El expreso de Argomilla' y se podía ver echar humo a las botas de Luis Fernández.
No eran apodos sino figuras literarias, pero alguno era más que una metáfora, sobre todo el de 'galerna'. Ahora que se pone nombre propio a todos los avatares atmosféricos que nos vienen, e incluso a las tormentas se las llama ciclogénesis explosiva, si algo aprendimos en Cantabria fue el significado de lo que era este fenómeno viendo fútbol en blanco y negro. La palabra galerna que decían en la televisión avisaba de cataclismos mayores a los normales; no era viento racheado o trombas de agua, sino algo frente a lo que solo podías protegerte, esperar a que pasara y estar quieto. Y ante esa quietud, la galerna arrasaba.
Crecimos asomados a 'la galerna del Cantábrico' y asumiendo su significado cuando un tipo moreno, en pantalones ceñidos y cortos, le daba al Real Madrid seis copas de Europa, otras tantas ligas, y elevaba con su fuerza al mismísimo Di Stéfano, a Puskas o a Kopa como hacen los vendavales con las olas en la costa. Cuando decían en las retransmisiones de sonidos enlatados por los años, se agarraban los codos para no salir volando cuando echaba a correr. Aún hoy se pronuncia con cierta tensión en el cuerpo cuando el Real Madrid gana la Supercopa y citan el récord que Marcelo ha igualado en el número de trofeos ganados con ese equipo. No es posible igualar una galerna, los cántabros lo sabemos, todas las tormentas traen un frío y un viento distinto. Solo una ha dejado huella en el extremo izquierdo de los mapas.
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