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Para quién navega sin rumbo, ningún viento es favorable» (Lucio Anneo Séneca, filosofo y político). La frase con la que encabezo este artículo ha vuelto ... a mi memoria con motivo de las noticias que sacuden la política regional acerca de la planificación y gestión de los proyectos de recuperación y transformación postcovid, e inspira este artículo, con el que pretendo exponer una teoría que dé respuesta a las siguientes preguntas: ¿Cómo es posible que, tras cuarenta años de autonomía, Cantabria carezca de una estrategia regional de desarrollo?, ¿cómo es posible que nuestra clase política parezca incapaz de planificar?
En adelante, nos referiremos a las políticas públicas como el conjunto de objetivos, decisiones y actuaciones que lleva a cabo un gobierno para abordar cuestiones sociales que considera prioritarias en su ámbito competencial (sanidad, medio ambiente, empleo, vivienda, etc.). Su punto de partida suele ser la existencia de un problema público, por lo que el éxito en la gestión de cualquier gobierno dependerá de su capacidad para solucionar esa situación conflictiva.
Aunque pueda parecer obvio, es necesario recordar que la planificación es una función básica en cualquier actividad gerencial. Las políticas públicas no son ajenas a esta necesidad, por lo que se deben desarrollar mediante la oportuna planificación estratégica en la que, a través de planes sectoriales y programas, se definirán los objetivos a alcanzar, las actuaciones a emprender y los recursos a utilizar para alcanzar los resultados buscados. La planificación estratégica es una actividad indispensable para una gestión eficiente de cualquier organización y, en una institución pública, el resultado documentado de ese acto es su plan de gobierno, que debe guiar la actividad de sus departamentos.
Aceptando el análisis previo, es evidente que una organización no puede funcionar sin metas ni planes de actuación, por tanto el primer conflicto que condicionará el funcionamiento de cualquier gobierno es, precisamente, la falta de planificación de sus políticas y la inexistencia de objetivos conocidos y auditables; en esas circunstancias, no se gobierna, se despacha lo que va viniendo.
Si hacemos un recorrido por los portales institucionales de las distintas comunidades autónomas, comprobaremos que son mayoría las que tienen publicadas sus políticas y programas de legislatura; en particular merece la pena que el lector visite las páginas de Navarra, Murcia y Baleares, para ver el detalle de las prioridades y proyectos que se van a desarrollar en esas regiones, haciendo uso de los fondos europeos de recuperación. Un elemento común a todas ellas es que tienen una estrategia de recuperación de la crisis sanitaria, donde la digitalización, la simplificación de trámites administrativos y la mejora regulatoria se consideran, entre otros, aspectos esenciales para favorecer el dinamismo económico y social.
En Cantabria, los intentos de ordenar la acción de gobierno se remontan a los Planes de Gobernanza (2004-2007) y (2008-2011), que reflejaban las prioridades del Gobierno Regional para esos períodos, pero el escaso interés político y las dificultades crecientes para evaluar el cumplimiento de los objetivos previstos se encargaron de difuminar la iniciativa. Desde entonces, en las páginas web de nuestra Administración sólo encontramos algún plan sectorial y planes antifraude de las diferentes consejerías, muchos planes antifraude, cada uno con su propio código de conducta de sus empleados públicos ¡como si las obligaciones de éstos dependieran del organismo de adscripción¡.
Llegados a este punto, ante la ausencia de una estrategia regional de desarrollo, mi respuesta a las preguntas que se planteaban en el inicio del artículo es que estamos en manos de una clase política disfuncional, cuya gestión pública queda viciada por carecer de proyecto político para la Comunidad o por ejercer el poder en beneficio personal y de su red clientelar e incluso por la conjunción de ambos motivos. En esta coyuntura los partidos y sus dirigentes no buscan el bienestar de los ciudadanos, ni siquiera la solución de problemas graves como el paro o las listas de espera sanitarias, sino mantenerse en el cargo y dar empleo a su tropa, limitando el servicio al ciudadano en el mínimo necesario para que tolere la situación y participe en los procesos electorales.
La mano de la acción política es clave para entender por qué unas sociedades avanzan mientras otras se estancan o retroceden. Una comunidad florece cuando tiene gobernantes que no rehúyen los problemas, sino que son capaces de gestionar con eficiencia los servicios de su competencia y de desarrollar políticas que aporten soluciones a los problemas de sus ciudadanos. Actualmente, es ampliamente aceptado que la calidad de las instituciones está íntimamente vinculada con el crecimiento económico, el desarrollo y la cohesión social.
El progreso en la cultura democrática de nuestra sociedad, en la medida que los ciudadanos seamos más exigentes y penalicemos a los partidos que son incapaces de ofrecer un proyecto político, será determinante para la recuperación económica de nuestra Región. Las ocurrencias, la demagogia y la improvisación en la acción política tienen que ser remplazados por la planificación de actuaciones, la buena gestión y la rendición de cuentas. Debemos poner punto final a este viaje a ninguna parte, Cantabria precisa con urgencia un liderazgo público capaz de materializar un plan estratégico de desarrollo, compartido con los agentes económicos y sociales, que permita incrementar la competitividad, la sostenibilidad y la calidad de vida de sus ciudadanos.
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Ana del Castillo
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