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Aunque, en ocasiones, me deje llevar por un optimismo o pesimismo desmedidos, como norma no soy, creo yo, ni exageradamente optimista ni exageradamente pesimista. Es ... por ello que, con relación a la llegada de los fondos europeos, siempre me he mostrado un tanto cauto. No cabe ninguna duda de que, de cumplirse todas las expectativas, el volumen de estos fondos para España será enorme, de ahí que algunos bauticen a los mismos como un nuevo Plan Marshall (del original estuvimos excluidos) para nuestra economía.
La capacidad que tengan los fondos que seamos capaces de absorber para transformar el tejido productivo nacional, haciéndolo más competitivo, resiliente y verde es algo que, sin embargo, está por ver. En este sentido, y al examinar no hace mucho los rasgos del 'Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia' (PRTR) presentado por el Gobierno a Bruselas, hacía referencia a su falta de concreción, no en lo que se refiere a los objetivos perseguidos sino en lo que atañe a qué hay que hacer, y cómo hacerlo, para conseguirlos. Me ocurrió lo mismo con el documento posterior, 'España 2050. Fundamentos y propuestas para una estrategia nacional a largo plazo', que ofrece un análisis muy interesante pero que carece también (aunque en este caso es algo más explicable) de propuestas de acciones concretas.
Las noticias de los últimos días, y muy en particular el artículo publicado el 23 de enero en este mismo diario sobre la marcha de los fondos de recuperación, no hacen más que afianzarme en que la capacidad tractora de las inversiones financiadas por los mismos va a dejar mucho que desear, tanto porque no se conoce con precisión qué cantidad se movilizará para proyectos concretos, cuanto porque se desconoce todo, o casi todo, de estos proyectos.
Si, por ejemplo, nos centramos en el dinero gestionado por las comunidades autónomas y, sólo como referencia y por proximidad geográfica y emocional, prestamos atención al caso de Cantabria, la verdad es que es difícil imaginarse cómo esos proyectos podrán transformar nuestra economía. De acuerdo con la web del PRTR, Cantabria habría recibido durante 2021 la cantidad de 171 millones de euros, de los que el grueso (76) se han destinado a la 'transición verde', sin especificar mucho más, salvo que son nada menos que 19 los campos o áreas que, en principio, se beneficiarán de los mismos; las otras tres grandes partidas (digitalización, protección social y turismo), con una dotación de más de 20 millones de euros cada una, tampoco concretan demasiado a qué proyectos destinarán el dinero recibido pues, de nuevo, sólo se informa sobre grandes líneas, como, por ejemplo, la de «transformación del modelo turístico hacia la sostenibilidad» en el caso del turismo. Sea como fuere, y con la información disponible, da la sensación, y aquí coincidimos con la opinión que mantiene la CEOE, de que este dinero no se está destinando a proyectos de calado, proyectos que tiren fuertemente del resto de la economía (esto es, que tengan un efecto multiplicador elevado) y que sean capaces de modernizarla.
Esto mismo parece suceder con los Proyectos Estratégicos para la Recuperación y Transformación Económica (más conocidos como Perte). Si bien es cierto que estos proyectos deberían ser, a priori, los que tuvieran más poder transformador, también lo es que existen dudas razonables sobre este aspecto y, más específicamente, sobre su influencia en la recuperación de la economía, debido, sobre todo, a la lentitud en su ejecución; el hecho innegable es que no son muchos los proyectos comprometidos y que son menos aún los aprobados e iniciados.
Aunque estoy convencido de que todavía es demasiado pronto para, ni siquiera aproximadamente, calibrar el impacto real de los fondos europeos sobre la economía española, no creo exagerar si digo que lo que hasta el momento conocemos sobre su gestión no nos permite, en absoluto, ser muy optimistas. Ello no implica que tengamos que flagelarnos y pensar que somos un completo desastre, no sólo porque no es así sino también porque, por mucho que quisiéramos, incluso en el mejor de los casos y pese a su extraordinaria cuantía, la capacidad de los fondos para transformar nuestro tejido productivo es limitada; importante pero limitada. En todo caso, sería una verdadera pena que no la aprovecháramos al máximo. La política de 'regadera' que se sigue en su distribución, problemas de gestión (retrasos), y la falta de concreción de muchos proyectos no ayudará, sin embargo, a conseguirlo.
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Ana del Castillo
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