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Estamos en el momento álgido en que todos aquellos chicos y chicas que acaban de finalizar el 2º curso de bachillerato y quieren iniciar sus estudios universitarios deben realizar la Evaluación de Bachillerato para el Acceso a la Universidad, conocida como EBAU. Una prueba crucial ... que determinará sus posibilidades para acceder a las carreras universitarias que desean hacer. La relevancia del asunto lleva al Foro de Educación Cantabria a proponer algunas ideas destinadas a introducir elementos de reflexión para la mejora de una evaluación, que condiciona tanto el futuro de nuestros estudiantes.
Tanto a la administración educativa como al conjunto de la sociedad debería preocuparnos fundamentalmente cómo evaluar, de la mejor manera posible, la competencia con la que el alumnado finaliza el bachillerato. Sin embargo, somos conscientes de que el debate se sitúa alrededor de una serie de factores a los que queremos hacer referencia y aportaciones.
Uno de los debates se produce sobre la escasez de plazas universitarias públicas que se ofertan, especialmente en algunos grados muy demandados. Aspecto cambiante, acorde al ritmo de la sociedad en que vivimos. A este respecto, pensamos que el ritmo de creación de universidades privadas que no exige la EBAU para su acceso; el atractivo de ciclos formativos de grado superior de formación profesional o enseñanzas de régimen especial; junto a los descensos continuados de natalidad podrían hacer cada vez menos necesaria la prueba de la EBAU.
La pertinencia de convertir la EBAU en una prueba única para todo el Estado es un asunto que se está planteando últimamente desde el punto de vista social y político. A este respecto, enumeraremos una serie de factores que hacen prácticamente inviable esa idea. Entre ellos, las competencias que cada comunidad autónoma mantiene en materia educativa, que se concretan, entre otros aspectos, en una importante aportación a la configuración del currículo de bachillerato; la autonomía universitaria, recogida también por ley; los recursos que se destinan a la educación en cada territorio; así como la infraestructura que sería necesaria para realizar una prueba simultánea en multiplicidad de sedes. A pesar de ello, es muy necesario que exista una buena coordinación, para establecer criterios comunes, entre el Ministerio de Educación y todas las administraciones educativas autonómicas.
Tema controvertido también es la constatación de que, claramente, 2º de bachillerato es un curso que está condicionado por la EBAU, de tal manera que se convierte en un curso preparatorio para esa prueba, dejando en un segundo plano aspectos importantes que están en el currículo, pero sobre los que se pasa de puntillas o directamente se ignoran. Son, en todo caso, elementos del currículo relevantes para la formación del alumnado de bachillerato, pero que no se han priorizado y que el profesorado, en el marco de las decisiones adoptadas en las reuniones de coordinación, tiende a ignorar porque sencillamente 'no entran'.
Desde ese punto de vista, creemos que la EBAU no hace un buen servicio al alumnado, ya que su formación sufre un cierto menoscabo en aras de preparar mejor esa prueba de evaluación de acceso a la Universidad. Y, a este respecto también, no debe olvidarse que no todo el alumnado de bachillerato realiza la EBAU, entre otras razones, porque desea acceder directamente a otro tipo de estudios o porque, simplemente, desea incorporarse al mundo laboral.
Otro asunto importante para el debate es la posibilidad de dotar a la EBAU de un carácter más competencial, en sintonía con el enfoque que se impulsa desde la legislación actual, la Lomloe y su normativa de desarrollo. En la actualidad, el diseño de esta evaluación está estrechamente ligado a las materias de 2º de bachillerato; se trata de exámenes de cada una de las materias que la componen. Ahora bien, si consideramos que a la EBAU le atribuimos el carácter de ser una prueba de madurez, debemos identificar esta con un bagaje del que el alumnado debe disponer; es decir, un conjunto de herramientas que le permitan seguir con aprovechamiento estudios posteriores al bachillerato. Y esas herramientas deben ser transversales; deben trascender, hoy, a las materias y constituir un conjunto de competencias que ayuden al alumnado a enfrentarse, de forma global, a los retos que supone realizar con éxito los estudios superiores.
Una vez más, se oponen dos enfoques educativos: uno basado en parcelas de conocimiento, frente a otro orientado a conseguir unas competencias que permitan al alumnado enfrentarse a los retos del futuro. Entendemos que este último enfoque debería incorporarse al diseño y estructura de la EBAU. Aun siendo conscientes de la dificultad de llevarlo a cabo, proponemos que se den los pasos necesarios en ese sentido.
Hay otro aspecto que no podemos olvidar estos días. Se trata de la angustia con la que muchos alumnos y alumnas viven el tiempo alrededor de los exámenes de la EBAU. Dominados por la incertidumbre y el miedo a fracasar a veces no son capaces de poner en juego toda la preparación que tienen para la prueba y no consiguen los resultados que esperaban. También las familias viven con zozobra todo este proceso.
Todo este conjunto de factores nos debe llevar a preguntarnos qué aporta la EBAU a nuestros estudiantes. Es cierto, como ya se ha dicho, que mientras las universidades establezcan un número determinado de plazas para cada uno de los estudios que ofertan, deben existir formas de determinar quién accede a ellas y quién debe aceptar opciones menos deseadas. Pero no estamos seguros de que el planteamiento actual sea el idóneo, al menos en la forma que conocemos. Creemos que las diferentes Administraciones (Ministerio de Educación, Administraciones educativas autonómicas y Universidades) deben buscar conjuntamente alternativas que mejoren los diferentes aspectos que hemos ido comentando con anterioridad y que, en todo caso, permitan al alumnado vivir la etapa del bachillerato, y especialmente el segundo curso, con las miras puestas en su formación; es decir, en obtener una preparación sólida que les permita afrontar los retos del siglo XXI, y no tanto en preparar una prueba.
Firman este artículo: Juan A. Sánchez, Roberto González, Ramón Ruiz, Jesús Barriuso, Manuel Ceballos, Marta Domingo, Ángel Llano, Fernando Pérez, Conchi Sánchez, Zara Ursuguía, Yolanda Valle.
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