Tres miradas al beso de Rubiales

El balón gira como la tierra. Su fuerza de gravedad es el dinero. Las futbolistas no son «chavalitas». Son mujeres imponentes que descubren la impotencia de algunos. Mujeres con piernas de acero y botas de oro. Los patrocinadores ya lo saborean. El mundial femenino de la FIFA es un cheque de 307,92 millones de dólares, lejos de los 1.000 millones que recauda la NBA (datos de GlobalData).

La RFEF tiene poco de real y mucho de castillo impenetrable de señores feudales. Un negocio privado que hace ricos a unos pocos a costa de los símbolos de España. Algunos cacicatos territoriales, corruptelas y mangarranes que se creen emperadores, han envilecido y envilecen el mundo del esférico.

No es ejemplar el silencio del CSD con lo de la Supercopa de España a Arabia Saudí, ni la Ley/1990 del deporte sin desarrollar. La dimisión inesperada del Villarejo de la cinta deportiva no acaba nada, señora ministra de Igualdad. Abre la puerta para que empiece todo. «Las ideas y los credos no mueren a causa de las leyes» (Proust). Pero el siglo XXI juega en otro estadio y exige leyes nuevas. Hay que acabar con el imperio futbolístico. A quien presida el gobierno de nuestro país le pido ¡Presidente, mande firmes¡.

Otra vez el maldito refranero. Hace un día precioso, ya verás como viene alguno y lo jode.

El éxito mundial del fútbol español conseguido por las jugadoras de nuestra selección, enfangado por el comportamiento machista y barriobajero de quien no hizo honor a su cargo. Nueva pesadilla en la cocina de la Real Federación Española de Fútbol, donde pelotazos, corrupciones y abusos de poder llevan ya varios años en su menú del día.

Esta vez al chef Rubiales se le fueron las manos, y la olla, delante de todo el mundo. De 'tontos del culo' calificó este sujeto a quienes de lo contemplado dedujimos lo mismo. La FIFA, que no es una señora, actuó de inmediato. Bienvenida.

Sostuvo el cocinero Rubiales ser víctima de otra cacería. La anterior fue cuando se hicieron públicas sus conversaciones con Piqué (no Piquito). En ellas, Geri y Rubi, como se interpelaban cariñosamente, compartían recetas de comisiones y convolutos para la Supercopa de España en Arabia Saudí. Gran país. Meca del feminismo mundial.

Rubi, que tachaba de 'falsos feministas' a quienes cuestionamos la probidad de sus huevos, siguió cocinando su menú abusador: negar evidencias, culpabilizar a quien ofendió, victimizarse y socializar su victimismo.

De postre, mujeres cercanas. Madre, hijas, primas… Ojo, no incluyamos aquí a chicas de juerga en Salobreña y otros placeres. Juegan en otra liga.

El que no iba a dimitir ya lo ha hecho. La exclusiva se la ha concedido a un periodista inglés famoso por acosar a Megan Markle. Dios los cría… sin género de dudas.

Lo vi en directo y me pareció mal. No me hizo falta VAR. Zafio, grosero y sobón. También que obedecía más a un desmedido afán de protagonismo que a un acto de propósito sexual, pero ya vale de manosear y besuquear a cualquier mujer joven que se ponga por delante. Seguro que Rubiales hubiera encontrado otra manera de mostrar su euforia si estuviera entregando medallas a las campeonas del mundo senior de petanca, por poner solo un ejemplo.

Digo que lo vi en directo por destacar la primera impresión, la no condicionada por la opinión publicada, por los afines ideológicos, por los que están en las antípodas o por los que presionan, a favor y en contra, a la jugadora Jenni Hermoso. Como el árbitro que no se deja influir por lo que grita la grada.

Hoy, que todo se etiqueta como bien o mal en función de quienes sean sus protagonistas, este caso, con todos los ingredientes para agitar la polémica –fútbol, machismo y política– no va a ser menos. He visto muchos cambios de parecer dependiendo de quién criticaba o defendía al personaje, como el que ve distinta una jugada si perjudica al Madrid o al Barça.

España no merecía estar representada en los palcos de todo el mundo por un individuo que con su comportamiento también ha ofendido al Estado en la figura de la Reina y la Infanta, una menor. Llevaba años dando muestras sobradas de merecer el cese. Ahora, con su dimisión, se alimenta otro debate, el de si también en esto habrá habido o no una turbia negociación.