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Andrés Fernández, autor de algunas de las imágenes icónicas del Santander de los últimos tiempos, continúa rodando en su moto de alta cilindrada, pero viaja sin cámaras y sin nostalgia en su equipaje. Quien tiene fotografías ampliadas a tamaño de pared en los despachos ... de directores de diarios como ejemplo para los que empiezan, lo dejó todo al retirarse. Está «aprendiendo a que me olviden», instalado en el reciente descubrimiento de una nueva vida, anónima y familiar, que le complace. No era el caso de Manuel Bustamante, uno de los fotógrafos más carismáticos de la historia del periodismo local, quien incluso a edad avanzada añoraba la tensión informativa, recordaba con José Luis Araúna los días felices en los que le despertaban de madrugada para cubrir un suceso y llevaba mal que ya no lo reconocieran por la calle.
Siempre hubo grandes fotógrafos de prensa en Santander. Fernández, y otros de su generación, estuvo a caballo entre la fotografía de disparo único, negativos, positivado laborioso y resultado incierto y el maná digital en forma de pulsación en ráfaga, visión inmediata, envío a distancia y tratamiento por ordenador. Pero aquellos que escribieron las crónicas gráficas de la segunda mitad del siglo veinte en la ciudad, artesanos del blanco y negro, fueron Pablo Hojas (Alerta), Manolo Bustamante (El Diario Montañés) y José Luis Araúna (La Gaceta del Norte), citados por orden de edad. Hay una foto en la que se ve a los tres en un almuerzo, junto a un joven Pablo Hojas hijo, confirmando que la rivalidad en la profesión no impide la amistad personal, si bien Francisco de Cáceres, entonces director de Alerta, no opinaba lo mismo y decía que eran «demasiado amigos».
De los tres vive Araúna, mirando el mundo desde la atalaya de los noventa y un años, un fotógrafo al que solo su desbordante humanidad supera al talento. Cuando le preguntan cuál ha sido su mejor fotografía siempre responde que «la que no se veía». Esta afirmación carece de sentido hoy, pero era exacta porque Araúna, como Hojas y Bustamante, pertenece a una raza distinta en la que la noticia y el éxito se jugaban a un clic, y solo tras el paso por el cuarto oscuro, el lavado, fijado, aclarado y secado podía comprobarse el producto final. 'Revelar, revelación, relevante', tituló Guillermo Balbona, como resumen preciso de una era, el prólogo de un libro editado por el Centro de Interpretación de la Imagen de Santander con fotos de Araúna y de su padre, Joaquín. La fotografía nos permite no aprender a olvidar, salvo si deseamos hacerlo.
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