Fraga

Perteneció a aquella generación de españoles que tras la dura posguerra civil, sin participar en la contienda, sirvió a España con su trabajo y su inteligencia. Era consciente, como lo fuimos las generaciones siguientes, que España tenía que abrirse a Europa y evolucionar. Hombre clave en la Transición, la concordia quedó bien plasmada en aquella imagen de Fraga con Carrillo. ¿Tuvo que tragar sapos? Seguro. Nunca le gustó lo de las «nacionalidades» y la «cooficialidad» de las lenguas. Las consecuencias son manifiestas.

Era exigente, sobre todo consigo mismo. Hoy no hablaremos del político, ni del catedrático, ni del embajador, ni del jurista; quiero recordarlo, agradecido, en ese «cruceiro» con la imagen de la Virgen Grande, que desde la Plaza de Galicia cruza la ruta jacobea por Campuzano hacia la costa asturiana. Fraga, presidente de Galicia en cuatro legislaturas, ya el año 2000 nos había atendido obsequiando a la ciudad de Santander, siendo alcalde el Sr. Piñeiro, con un hermoso cruceiro que luce en la 'Glorieta de Galicia'. Esta vez, con motivo del Año Santo 2004, hice mi petición. Un año después, Fraga pierde las elecciones. El 23 de julio de 2005, era presidente en funciones. Como presidente del Centro Gallego tuve el honor de leer las amables y elegantes palabras que don Manuel envió para la inauguración. Fue el último cruceiro ofrecido por la Xunta de Galicia. Luis Fernández, secretario del Centro, dio fe de ello: una leyenda en la plaza recuerda la fecha, pero el sectarismo ocultó cualquier línea de agradecimiento al presidente Fraga. Hoy ya es historia.