Canarias avisa a Cantabria
El sentido común dice que debemos protegernos de buitres y masificación; la primera parada puede ser el decreto por el que se regulan las viviendas de uso turístico
Francisco Liñeira
Lunes, 29 de abril 2024, 07:12
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Francisco Liñeira
Lunes, 29 de abril 2024, 07:12
Es de sobra conocido. La reactivación de dos proyectos ilegales —dos hoteles—, provoca que el sábado 20 de abril miles de personas se hayan movilizado en las Canarias pidiendo otro modelo turístico. Es la última gota en un vaso de cabreo con más causas. Seis ... activistas continúan en huelga de hambre hasta que no se paralicen las obras; están tan débiles que ya van en silla de ruedas.
El turismo no es solo un problema de trabajos precarios, de desarraigo o de aumento insostenible del precio de la vivienda. Lo peor quizá sea la idea que tiene detrás. Centrarnos en el turismo nos obliga a buscar las partes de nuestro territorio, nuestra historia y nuestra cultura que son más vendibles y a descartar el resto. Nos convertimos en un escaparate, en un truco publicitario, en una trampa para turistas y, mientras tanto, el sector primario o la industria quedan más o menos olvidados.
Crecen las tiendas de souvenirs y las multinacionales de usar y tirar. Los negocios locales (nuestras ferreterías, panaderías, librerías) quedan desprotegidos y van muriendo.
Seguro que han sentido, en algún viaje que hayan hecho, la desconfianza o la certeza de que les llevan en manada por circuitos pensados para sacarles dinero. En Canarias se manifiestan en contra de ser esto, y para poner límites a una actividad que contamina, que los expulsa de sus barrios y que, en última instancia, convierte a las Islas en un decorado. Un treinta y cinco por ciento del PIB de Canarias depende del turismo. En Cantabria, un once. Y creciendo.
Centrarse en el turismo tiene también efecto sobre los alquileres. Se construyen hoteles en lugar de tiendas. Viviendas vacacionales sustituyen a alquileres anuales, como pretende hacer un fondo financiero con un edificio entero en la calle Santa Clara de Santander. Se puede ganar más dinero alquilando un piso por internet en julio que en todo el resto del año: esto se sabe. Así, la gente es expulsada del centro de las ciudades, que se convierten en lugares de turisteo. El tejido social desaparece, es decir, desaparece saludar a la panadera, saber que el vecino del quinto suele estar en el bar, ver cómo van creciendo los niños del bloque de al lado en la plaza. El murmullo es sustituido por ruidos, las pescaderías y mercerías por multinacionales de comida rápida, la gente que vive por gente que está de paso. En Canarias están viviendo las consecuencias de un modelo que parece apetecible para el Gobierno de Cantabria. Se usan eufemismos, como 'convertir a Cantabria en el destino de moda' o 'liberalizar el suelo', es decir, que la tierra sea comprada por fondos de inversión y se use para segundas residencias. No se puede hablar de que el turismo redunde en nuestro bienestar y nos genere abundancia para, digamos, tener un transporte público decente, o ciudades y pueblos limpios. Dos datos: en verano del año pasado hemos tenido más turistas que residentes en Cantabria, y somos medalla de bronce en número de viviendas turísticas.
Cuando se defiende, como ha hecho la consejera de Cultura y Turismo, que hay que depender de la colaboración público-privada para conservar el patrimonio, lo que se está diciendo es que el patrimonio vale solo si es rentable. Es lamentable que se juegue con la posibilidad de un tobogán gigante en Cabárceno mientras hay cántabros y cántabras que deben conducir más de media hora para ir al cine. Se rebaja el grafismo del lábaro y es sustituido por imágenes blandas, sospechosamente similares a logos de stock. Esta es la dirección: no se gobierna para los ciudadanos, sino para los turistas, presentes y futuros.
El sentido común dice que debemos protegernos de buitres, masificación e inversores. La primera parada puede ser el decreto por el que se regulan las viviendas de uso turístico. No es que haya falta de ideas. Izquierda Unida, la PAH o Ecologistas en Acción, entre otros, han planteado propuestas viables que podrían ayudar a corto y medio plazo: detener la autorización de nuevas viviendas para uso turístico, planificar para limitar los alquileres vacacionales, proteger el suelo rústico, una tasa que ayude a que los beneficios del turismo reviertan en Cantabria, más inspecciones, un censo real. Si se quiere proteger, se puede. El caso es querer.
Vemos a nuestro alrededor cómo algunos reaccionan. Canadá prohíbe la compra de vivienda a inversores extranjeros hasta 2027. Países Bajos, Dinamarca o Alemania limitan los precios de los alquileres. En Ámsterdam sólo se podrá construir un nuevo hotel si otro cierra. En Canarias han dicho basta a un modelo que los trata como una colonia y arrasa sus recursos y su vida social. Cantabria no puede ser un decorado para otras vidas. Las manifestaciones canarias nos avisan. Escuchemos.
Francisco Liñeira es Responsable de Formación de Izquierda Unida Cantabria
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