Franquismo y regionalización
EL ENIGMA CANTABRIA ·
El régimen excitó a la vez el provincialismo extremo, la descastellanización de La Montaña y un sentimiento favorable a la descentralizaciónSecciones
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EL ENIGMA CANTABRIA ·
El régimen excitó a la vez el provincialismo extremo, la descastellanización de La Montaña y un sentimiento favorable a la descentralizaciónLos regionalismos de la Transición, el cántabro entre ellos, son producto de una serie de fenómenos registrados durante el franquismo. En primer lugar, los propios tecnócratas del régimen se percataron, al planificar el crecimiento económico, de que se estaban produciendo grandes desequilibrios que solo una ... adecuada regionalización podía compensar. Como ha mostrado el profesor de la Universidad de Zaragoza Carlos Garrido, esta regionalización 'funcional' buscaba coordinaciones interprovinciales en economía, servicios y urbanismo. Pero los esencialistas del franquismo, señaladamente los Sindicatos Verticales, se opusieron. En segundo lugar, el fracaso de esta regionalización tecnocrática acentuó los perniciosos efectos de una burocracia centralista. Y así se fue creando una mentalidad reactiva, favorable a la descentralización, que se explayó, tras la muerte de Franco, en deseos generalizados de autonomía.
Ya vimos hace dos semanas, en la figura del cantabrista Santiago Fuentes-Pila, cómo tuvo que envainar la espada de su regionalismo al ponerse al servicio del régimen primorriverista primero y franquista después. Sin embargo, el deseo diferencial había prendido y estaba claro que se jugaba bastante en la imposición oficial del nombre de 'Cantabria', no tanto sobre 'Santander', que también, cuanto sobre 'La Montaña', apelativo universal. Hay dos fechas significativas. La primera es 1964. El Presidente de la Diputación Provincial de Santander, Pedro de Escalante, nieto del poeta Amós de Escalante, abandera la petición por parte de 99 de los 102 municipios de la provincia para que el nombre de esta mude a 'Cantabria'. El Ayuntamiento de Santander se opuso, aunque no por unanimidad de concejales. El Gobierno central desestimó la solicitud. Otra fecha es 1967: Escalante crea la Institución Cultural de Cantabria, a cuyo músculo presupuestario se acoge el Centro de Estudios Montañeses. No nos engañemos: Escalante era más castellanista que los mismos castellanos (algún día lo comentaré en detalle). 'Cantabria' era ultraprovincialismo, no aún regionalismo.
Los motivos de orgullo provincialista crecieron durante el franquismo en la medida en que lo hizo un modelo económico con fuerte industrialización orientada por el Estado (Sniace, Ferroaleaciones de Boo), una ganadería expansiva para un mercado interior cautivo, y una nueva etapa en el desarrollo de valores turísticos. Hay que recordar que es en el tramo final de la dictadura cuando se renueva por completo Valdecilla como centro médico nacional y se construye la Residencia 'Cantabria'; cuando se crea, desgajada de Valladolid, la Universidad de Santander (luego de 'Cantabria'); cuando el príncipe Juan Carlos inaugura el Mercado Nacional de Ganados de Torrelavega; el Concurso de Piano Paloma O'Shea nace en 1972; el FIS había surgido en La Porticada veinte años antes; la Universidad de Verano republicana se había reciclado como UIMP del régimen; el Banco de Santander se había convertido en uno de los grandes; Escalante promueve el teleférico de Fuente Dé. Ese provincialismo, 'cantabrizado', podía dar la confluencia autonomista del elemento histórico-literario y del económico-social.
Tres situaciones acentúan este 'plus ultra' provincial. El primero es la pérdida del Jefe del Estado. Como la regente María Cristina, Franco ha preferido San Sebastián. Su relación con Cantabria es mínima, aunque su brazo derecho sea el santoñés Luis Carrero Blanco. El hueco dejado por Alfonso XIII es demasiado grande. En cierto modo, las iniciativas culturales tratan de suplir ese vacío de la Familia Real, que tampoco regresa tras la muerte de Franco. El cordón umbilical con el Centro se rompe. Un segundo fenómeno es el vaciamiento de Castilla. La emigración masiva de la posguerra va debilitando el campo castellano y sus villas. Muchos castellanos han venido a Cantabria a trabajar. La 'España vaciada' no es de hoy. Esto genera la impresión de que la provincia santanderina poco puede esperar de su articulación con una Castilla en decadencia. Además, el uniformismo presuntamente castellanizante del régimen deja la imagen castellana muy tocada ideológicamente, asociada al apolillado armiño de glorias imperiales con que el franquismo se había querido adornar.
Y un tercer fenómeno lo constituye la crisis petrolera derivada de la guerra del Yom Kippur de 1973: 'shock' económico y fin del pleno empleo. Cantabria, por el peso de su industria (casi un tercio de su PIB) y por la trascendencia que iba alcanzado el turismo, se resiente. La hemeroteca del periodo está llena de conflictos laborales. Entre ese choque y la apertura a la competencia de productores europeos, el modelo del desarrollismo se resquebraja. El barómetro es Torrelavega, en cuyo eje comarcal trabajan muchos de los políticos que pronto, en democracia, promoverán la autonomía uniprovincial, sobre todo diputados o senadores y altos cargos de la Unión de Centro Democrático. Como en otras épocas, el provincialismo se excita más con el victimismo que con la vanidad de los logros.
Esta vez el subidón provincialista coincide con un periodo constituyente que se propone descentralizar el Estado. La llama sagrada de 'Cantabria' ha sido mantenida por las propias vestales franquistas de la Diputación y los altos cargos deportivos azul mahón del régimen, aunque, en mi opinión, igualmente por el cómic de 'Laro, el cántabro', con que Andrés Torre, 'Andy', romantizaba para miles de lectores lo que, desde el lado erudito, había sido la monografía de Joaquín González Echegaray (1966) sobre los antiguos cántabros.
Esto contextualiza el enigma de la Cantabria región autónoma. Crisis de modelo económico y oportunidad constituyente; nadir reputacional de Castilla; desapego de la Jefatura del Estado; trabajo cultural cantabrista amparado por la misma Diputación y normalizado en la prensa diaria; fracaso de la regionalización del régimen y hartazgo con el excesivo centralismo. Frente a estos factores, un razonamiento como el de 'Pick', aliarse con castellanos para no quedar inermes ante el omnipotente Madrid o en desventaja ante los competidores litorales, llevaba las de perder. El debate del Ateneo de 1923 fue ganado medio siglo después en la Carrera de San Jerónimo, a título póstumo, por Fuentes-Pila, valedor de dos dictaduras. El franquismo excitó a la vez, involuntariamente, el provincialismo extremo, la descastellanización de La Montaña y un sentimiento favorable a la descentralización. Como decía Tocqueville, los hombres se empujan unos a otros más allá de sus respectivos designios. Primer axioma de la política.
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