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Las fresas son manjar delicado. Rojas, brillantes y aromáticas, se estropean en muy poco tiempo, devoradas por hongos gourmets. Cuántas fresas pochas o mohosas no habremos tirado con dolor. Muchas frases políticas son también así: rojas, brillantes, con puntos dorados, apetitosas, emocionantes. Pero resultan igualmente ... perecederas y, cuando te quieres dar cuenta, ya se han echado a perder. Así que la política consiste a menudo en una acumulación de frases como fresas: sabrosas, pero efímeras. Esa mezcla de admiración y pena que nos produce la rápida decadencia estética y dietética del fresón es lo que hemos vivido esta semana con la no menos veloz degeneración semántica de más de un 'frasón' de la política.
Será, sin duda, defecto de mi aún tierna edad, pero no entendí nada de nada: ni el voto negativo del diputado regionalista cántabro en la investidura de Pedro Sánchez, ni el ultimátum socialista en represalia. ¿Cómo esperaba el PRC seguir comprometiendo a Ferraz con las inversiones del 'papeluco', si votaba en contra del candidato que las tiene que conceder? No anda, por esta vez, ayuna de lógica la vice de Cabra cuando subraya que una frase como «Pedro, haznos las obras pero no seas presidente» es una fresa que cuesta incluso recoger del fresal. Mientras que una abstención del PRC (opción que me consta que algunos dirigentes plantearon) podía haber expresado a la vez un plácet a Sánchez y un toque de aviso sobre sus futuros acuerdos con el independentismo catalán, y por tanto revalidado la vigencia del 'papeluco', el voto contrario, que habría podido tumbar la investidura si Teruel no se hubiese mantenido en el existencialismo, resultó demasiado hostil. Sinceramente, creí que era presión para añadir alguna línea al 'papeluco', por ejemplo cuantificando la deuda pendiente por Valdecilla, que no lo está.
No es de extrañar, por tanto, el rebote del socio de coalición. ¿No se puede investir a Sánchez cuando el PSOE ha investido cuatro veces a Revilla? Como solía decir un profesor extremeño de Teoría Política con el que tanto aprendí (excomunista de erudición asombrosa), aquí no hay «tío, páseme usté el río». Sin embargo, en vez de subrayar los puntos muy discutibles del «giro al no», los socialistas de Ferraz y Bonifaz se dedicaron al ejercicio kamikaze de dar por muerto el pacto, es decir, el Gobierno cántabro y con él, el 'papeluco'.
Gritaron el «¡Banzai!» y se lanzaron en picado contra el portadiputados regionalista. Tampoco lo comprendí. Era como tirar aviones de papel contra un acorazado. El socialismo cántabro saldría, de semejante suicidio ritual, aniquilado para muchos años en una oposición irrelevante. Así fue, amigo Sancho, que salieron de Boo, pero no llegaron a Guarnizo. Más que un farol, fue la Plaza de Farolas toda ella. Los kamikazes salieron tímidos y consideraron más honroso sobrevivir. Las posteriores escenas de reconducción del pacto a base de intercambiarse ceñudamente el 'y tú más' han quedado muy por debajo del abrazo deportivo entre dos boxeadores rivales.
Frases como fresas: «Daremos el pacto por roto», «ningún tren se compara con la unidad de España», etcétera. La cuestión fundamental, sin embargo, es que el 'papeluco' está ahora 'mojaduco'. No es que anduviera antes muy seco, porque en muchos puntos era vago como la chaqueta de un guardia, que se decía en mi pueblo cuando los guardias dejaban las chaquetas colgadas todo el día en un perchero; pero ahora no existe certeza de que Sánchez y sus cuatro vices lo quieran cumplir, pues hay por otros lares mucho 'pidión' que sí ha investido al candidato: no solo turolenses, sino catalanes, vascos, novocanarios, bloquistas gallegos, nacionalistas vascos de Navarra, valencianistas, balearistas y, en competición con todos ellos, los grandes barones socialistas, cuya vista gorda ante el Frankenstein con récord de tornillos habrá que recompensar. Más a quienes repartir, menos ganas de repartir: el 'papeluco' ha entrado en coma hídrico.
El regionalismo muestra la guillotina del Boletín Oficial de Cantabria y amenaza con ejecutar a la parte socialista si el 'papeluco' se incumple. Ya no hay socios, solo rehenes en jaulas doradas. Supongamos que así sucede: incumplimiento, ejecución. ¿Y? ¿Cuál habría sido entonces la gran utilidad del escaño de José María Mazón? Ninguna. Es más, un elector cántabro podría pedir explicaciones de que el PRC se haya enfrentado abruptamente a un Gobierno como del de Rajoy, donde, en virtud de Íñigo de la Serna, al menos se canalizaban significativos proyectos para Cantabria, para pasar a apoyar primero y atizar después, estérilmente en ambos casos, a un Gobierno como del de Sánchez, que no ha mantenido hasta ahora aquel nivel de compromiso (recordemos la reducción de inversiones en el nonato Presupuesto nacional de 2019).
Frases como fresas. El motivo formal alegado para no investir a Sánchez fue su acuerdo con ERC. Pero ese texto es genérico y ambiguo: sólo desde ejercicios imaginativos de forzada presuposición se puede atacar con base indubitable. Podrá censurarse su futura aplicación, sus efectos, su tono, la apuesta misma por dialogar con gente monotemática o incluso 'monotemaníaca'. Sin embargo, es evidente que hay en Cataluña un deseo mayoritario de ampliar su autonomía; explorar si existe algún camino constitucional para ello no es pecado mortal, aunque pueda ser muy probablemente una ilusión óptica, un 'wishful thinking' o pensamiento voluntarioso. Pero no hace falta rasgarse las vestiduras preventivamente, sino cuando toque.
No entendí nada, pues, de esta enigmática historia del 'papeluco mojaduco' y los kamikazes tímidos. O el PRC se reconcilia con Sánchez en la negociación del Presupuesto nacional de 2020, o tendrá que romper la coalición en Cantabria. Mas, si se reconcilia con un Sánchez que siga en la compaña de ERC, ¿a qué ha venido este 'no' de Santiago y cierra España? Y si no se reconcilia y rompe la baraja hasta las manillas, ¿para qué han servido escaño y 'papeluco'? A veces querría uno que las frases fueran, cuanto menos, de naranja, manzana o sustancia un poco más duradera. Sigue dando mucha pena tirar al caldero tanta fresa, digo frase.
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