Q ue Pablo Zuloaga se sienta dolido porque Pedro Sánchez haya apostado por Barcelona y no por Comillas para acoger el Centro Meteorológico Europeo es lo normal. Lo más cruel es que Miguel Ángel Revilla largue a los cuatro vientos que Zuloaga está desolado al ... comprobar que pinta menos que Torra en La Moncloa, con lo cual adjudica todo el fiasco a su vicepresidente y de paso le deja en evidencia. Opera en el veterano presidente, que se las sabe todas, el instinto del depredador que huele la debilidad de la víctima más propicia en cada momento, aunque sea su socio en el Gobierno.
Dice el PSOE que Revilla no lleva nada bien que Pedro Sánchez no le otorgue el protagonismo y la atención preferente de antaño, eso de que no le haga caso en las videoconferencias dominicales con los líderes autonómicos, así que venga la afrenta con los socialistas de casa. Una semana abronca públicamente al consejero de Sanidad, Miguel Rodríguez, y a la siguiente desaira a Zuloaga de forma que lo note todo el mundo. Luego, el líder socialista contraataca un poco al pronunciarse en contra de acelerar la movilidad interregional que defiende el presidente regionalista junto al lehendakari Urkullu. En fin, la cohesión gubernamental se resiente cuando queda todo por hacer para afrontar la crisis económica causada por la pandemia.
La oposición disfruta del espectáculo, echa sal en la herida cuando tiene ocasión, como en el último pleno parlamentario, y especula sobre si las fricciones en el Gobierno regional terminarán en ruptura. Una opinión bastante compartida: eso va a depender de cómo le vaya a Sánchez en La Moncloa en esta larga crisis del Covid-19. Si deriva hacia el desastre, Revilla romperá todas las amarras con el PSOE.
Al menos en un aspecto tiene razón Revilla en su relato del episodio de Comillas: el grado de interlocución de Zuloaga con el Gobierno Sánchez genera muchas dudas. También entre la militancia socialista, a la que por ejemplo le sorprende que cuando toca ponderar la aprobación del ingreso mínimo vital la voz primera en el PSOE de Cantabria no haya sido la de Zuloaga, su secretario general, sino las que salieron de una videoconferencia armada entre el diputado nacional Pedro Casares, la senadora Isabel Fernández y la delegada del Gobierno, Ainhoa Quiñones, para celebrar el hito a mayor gloria de Pedro Sánchez. Por cierto, el éxito quedó bastante empañado por el 'ingreso vital millonario' concedido al mismo tiempo a José Montilla y a 'Pepiño' Álvarez (y al podemita Cristóbal Gallego) a través de Enagás, una infumable puerta giratoria que abochorna a los socialistas menos entregados en estos tiempos de dificultades para el conjunto de la ciudadanía.
En la dirección del PSOE niegan la mayor: los contactos de Zuloaga con el Gobierno Sánchez son constantes y fluidos, unas veces conocidos y otras más discretos. Sin ir más lejos, sus gestiones para contribuir a que la crisis de Nissan Barcelona no llegue a Los Corrales o aprovechar sus relaciones como exdelegado del Gobierno para amainar las turbulencias que la depuración en la Guardia Civil ha extendido a todo el territorio nacional, también entre los mandos de la Benemérita en Cantabria.
En el PSOE optan por centrarse en la gestión gubernamental, con todo el peso en el combate de la pandemia y en las demás parcelas que controlan, sin desmoralizarse más de la cuenta por las frecuentes andanadas de Revilla y por los coqueteos entre los regionalistas y los populares. 'Sí, al PP se le nota mucho que está deseando acercarse a Revilla y salir de la intemperie, pero que lo diga de una vez', desafían en la cúpula socialista.
Bueno, no sólo en el PP manejan la hipótesis de la ruptura. También en el socialismo de base los hay que opinan, lo mismo al día de hoy que en las etapas comandadas por Lola Gorostiaga y Eva Díaz Tezanos, que el partido debía construir un nuevo proyecto político a largo plazo y desde fuera del Gobierno. Pero mudarse a la oposición con todo el equipo son palabras mayores para el aparato socialista, que prefiere esperar a la retirada de Revilla, cualquiera sabe cuándo, instalado al calor del poder.
Nunca falta el debate interno en el PSOE de Cantabria y más intenso que se hará a medida que se acerque el 14º Congreso Regional, aplazado por la pandemia hasta el otoño de 2021 o la primavera de 2022. De momento se constata más diversidad que nunca de grupos y familias: el oficialismo de Zuloaga, el sanchismo devoto de Casares y Quiñones, los críticos de Díaz Tezanos, los 'mañanes' y la UGT, los influyentes alcaldes... darán mucho juego a su debido tiempo.
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