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El superordenador número uno del mundo es Fugaku, en la ciudad japonesa de Kobe. Puede realizar cada segundo más de 415.000 billones, con be, de operaciones (para el lector avisado, 415 'petaflops'). Se sitúa así muy por delante de otros rivales calculadores: Summit, ... Sierra, Vía Láctea 2A, Selene, Frontera o Marconi-100 (no le han tenido en cuenta al ingenioso Guglielmo, que pasó por Santander una vez con su yate 'Elettra', su pertenencia al Gran Consejo Fascista de Italia, aunque quizá ahora sus estatuas peligran, como rinocerontes de bronce ante los furtivos de la memoria histórica).
En Cantabria tenemos, instalado en el Instituto de Física (IFCA), el Nodo Altamira de la Red Española de Supercomputación. Su rendimiento es alto, pero 'solo' de 105 billones de operaciones. En fin, la cuestión es si a la derecha tenemos 12 ceros o 15. Sea como fuere, esa capacidad de cálculo podrá ser puesta al servicio de la Sociología con mayúsculas, para mejorar la toma de decisiones sobre los porvenires posibles, probables, remotos. Tienen que ir apareciendo figuras como Hari Seldon, profesor de Matemáticas en una universidad del planeta Trantor que inventó la ciencia de la 'psicohistoria' y predijo el fin del Imperio Galáctico.
El gobernador del Banco de España ha pronunciado, ante la comisión de reconstrucción post-covid, una frase interesante. Para subrayar la incertidumbre de esta crisis y la dificultad para formular modelos de pronóstico, Pablo Hernández de Cos dijo a madres y padres de la patria: «Puede que el pasado no sea muy útil para predecir el futuro». Este agnosticismo sobrevenido a la autoridad competente podría superarse encomendando las respuestas a los superordenadores. Naturalmente, habría que plantear bien las preguntas. Y si seguimos el hilo de problemas y soluciones referenciados por el gobernador en su comparecencia y los aplicamos a Cantabria, saldrían cuestiones interesantes para nuestros teraflops de Los Castros y para el gran 'petacoco' artificial de Kobe.
En relación con la mejora de la productividad, podríamos preguntar a las supercomputadoras por la probabilidad de simplificación de las normas que frenan la vida empresarial; de fomento de un mayor tamaño de las compañías; de una contratación pública con más innovación y menos inercia. Preguntaríamos a nuestra máquina si ve factible la mejora del capital humano. Hernández de Cos reclamó reducir contenido curricular, más orientación individualizada al alumno, y un conocimiento más creativo que repetitivo (esta semana hemos presentado por Skype, está en YouTube, un magnífico libro de un profesor santanderino, José Ignacio Flor, que trata de esto precisamente, 'El corazón de los árboles'). ¿Haremos una FP como la de Alemania? ¿Modificaremos el sistema de selección de personal en las universidades y centros de investigación? ¿Se revisará la eficiencia en la asignación de los recursos disponibles? Todo esto parece hoy de una bajísima probabilidad de nuestra comunidad, pero quizá el Nodo Altamira pertenezca a la secta de las computadoras optimistas.
Habló el gobernador del envejecimiento demográfico, que implica más gasto público y menos ingresos para la Hacienda. Cantabria, con sus cerca de 140.000 pensionistas y un Presupuesto en gran medida destinado a los servicios sanitarios y de dependencia, no puede eludir esta cuestión en su calculadora de estrategia. Maquinita, maquinita, dinos tú, ¿habrá una política migratoria, económica, de vivienda, que sepa afrontar esta inercia de reducción de oportunidades? Una posible reforma de pensiones, ¿beneficiará o perjudicará a Cantabria en su actual tendencia económica?
Leí también que el gobernador insistía, respecto del ingreso mínimo vital, en la necesidad de coordinarlo con las ayudas autonómicas y de evitar que sea un incentivo al desempleo o a la economía sumergida. Hernández de Cos subrayó algo más, sobre las condiciones de acceso a esta renta: muchos estratos de población afectados con crudeza por el impacto económico de la pandemia podrían no reunir los requisitos del IMV y quedar desprotegidos, por ejemplo, si se toma en cuenta su patrimonio, pero no su endeudamiento. ¿Qué posibilidad hay, señora computadora, de que las autoridades eviten este problema social y obren con pragmatismo más que con reglamentismo? ¿Se puede reorientar a esa situación la renta social básica si, como parece, ve liberada ahora la mayoría de sus fondos?
Uno de los mensajes más clarificadores del gobernador se refería a los impuestos. La recaudación en España está unos dos puntos porcentuales por debajo de la media de la eurozona, pero ello se debe esencialmente a que tenemos muchos IVA reducidos, a que los impuestos especiales y ambientales son menores, y a que se paga menos por sociedades y hay muchas bonificaciones. Habría quizá que saltarse Altamira y recurrir a Fugaku para preguntar si la probabilidad de que eso se acometa con tino es significativamente superior a cero patatero, o alternativamente para pronosticar el jaleo que se puede montar si una sociedad con menos ingresos por la pandemia puede pagar, felizmente y sin consecuencias electorales politraumáticas para el gobernante, más impuestos por algún concepto. En cuanto a la tasa Tobin (a transacciones financieras) y la tasa Google (a negocios digitales), el gobernador mostró un profundo y educado escepticismo en ausencia de coordinación internacional, lo mismo que comentó finamente que los bancos están ante caídas del PIB más graves que las que se teóricamente propusieron como escenarios pésimos en las pruebas de estrés. ¿Fluirá el crédito en caudal necesario para la recuperación de la región?
Pero su doctrina fundamental quedó clara: ahora hay que gastar a tope para sostener lo sostenible en hogares y empresas; a la vez se necesita una estrategia seria y ambiciosa de reformas para mejorar productividad y eficiencia, a fin de salir menos vulnerables de esta crisis; y para después hay que tener un plan de reconducción de las cabras del déficit y la deuda, que inevitablemente se van a perder ramoneando por el monte y se pueden convertir en rebecos salvajes. Querría uno saber, en relación con Cantabria, las probabilidades existentes acerca de un suficiente 'cuánto' de gasto público; de una estrategia válida para salir de nuestras agonías estructurales en los años venideros, y de que todo ello se haga con el compromiso de regresar, en un futuro, a unos desniveles manejables entre ingreso y gasto. Hay que empezar a pedir opinión a las supercomputadoras antes de votar.
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