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En italiano, 'Cortèo' es una bella palabra que habla de un séquito de personas que acompañan y homenajean a recién casados, una ceremonia alegre. 'Cortèo funebre' es el cortejo que acompaña al muerto en una despedida entrañable. 'Corteo', sin acento, es el montaje del ... Circo del Sol que se presentó el pasado miércoles en Santander. Muchos ángeles y pocos diablos, un largo funeral de dos horas, más de veinte números circenses y dieciséis canciones arroparon su estreno en Cantabria.
La historia cuenta la vida del payaso Mauro, muerto en cama voladora, que desde el más allá va repasando su pasado como mortal. Una comitiva fúnebre celebra sus recuerdos, sus mejores momentos infantiles y laborales. En cada uno de ellos hay una escena con payasos o acróbatas. Una procesión de personajes entrañables va desfilando por un imponente escenario de cuarenta metros de largo abierto a dos gradas. Una bella imagen, la subida de Mauro en bicicleta al cielo de los clowns, cierra el espectáculo.
Pensado por un artista suizo –Daniele Finzi Pasca–, el hilo argumental va superando con la alegría el tema de la tristeza de una muerte. Una alegría contagiosa, marca del Cirque du Soleil, empresa canadiense ya multinacional. Un espectáculo para ser visto con grandes ojos, desbordante de vitalidad en acrobacias y malabarismos que van a más hasta llegar al espectacular número de cierre – 'Tournik'–, donde las evoluciones de varios gimnastas sobre la barra horizontal son un prodigio de coordinación y fuerza. En la despedida se añade un cielo lleno de ángeles blancos y un payaso que parece emular al ciclista extraterrestre ET.
En medio, momentos inolvidables y políglotas. Los payasos enanos Grigor y Valentina deambulan con sus amoríos y teatros íntimos. El payaso gigante, el argentino Victorino Luján, intenta traducir lo que el payaso Mauro explica en un italiano coloquial que el público no comprende, perdiéndose textos que tienen su importancia en el devenir de la historia. El payaso blanco atraviesa la escena con candelabros en un bello equilibrio invertido. Risas múltiples con momentos como el del número 'Golf', donde estas explotan; lo mismo que en un episodio infantil anterior donde el Racing de Santander pierde 1-0 con el Inter de Milán. Hay más guiños locales: la Orquesta Sinfónica de Ampuero a las soperas, en realidad cuencos tibetanos.
Los detalles de vestuario, colección de zapatos y alas incluidos, lucen resplandecientes; la música en directo brilla en los instrumentistas –violín a veces clásico, a veces estilo klezmer, guitarra alborozada, acordeón tanguero, saxo expresivo– y en los cantantes. El único artista español, el manresano David Repullés, se atreve con nota alta a cantar flamenco, en una de las dos canciones en castellano. Las luces y el sonido, con una mesa de control necesitada de seis operarios, impresionan, lo mismo que cortinas y cortinajes llenos de ángeles que parecen recién pintados. Todo está pensado en grande y se agradece.
'Corteo' es un teatro hecho circo que no hace olvidar otros montajes del Circo del Sol, quizás menos actorales, pero más potentes en sus números circenses. Después de catorce años de andadura la perfección roza el montaje, pero no llega a emocionar. El mundo de Fellini se adivina en su propuesta desde una delicada Gelsomina, aquí diminuta, a un gran Zampanò. Su gira en recinto cerrado quita mucha de la magia y cercanía de la carpa. Y uno no entiende cómo en un funeral no hay una esquela, es decir: cómo no hay un mínimo programa de mano. Esto hace anónimos a los artistas. Una vez más.
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